No había mucho tiempo, tenía que llegar cuanto antes a su destino o sino todo habría sido en vano. Debía llegar antes que los Kantianos lo mataran. Era su única oportunidad y la única oportunidad de la Alianza.
La guerra estaba llegando a su final, o al menos eso era lo que se decía y se creía. Desde que la Alianza Interplanetaria tuvo su primer contacto con el imperio Kantiano hasta ese momento, habían pasado más de un milenio de constante guerra, tanto física, moral como también psicológica. Una guerra que parecía no tener fin y cuya importancia parecía estar ligada a una especie de equilibrio natural, porque si ya no existía el mal en la galaxia entonces ¿Cómo sabríamos el significado real del bien?
Pero tras varias y constantes victorias en territorios pertenecientes al Imperio Kantiano, todo daba a entender que aquella guerra estaba llegando a su final. El Imperio estaba replegando sus fuerzas y la Alianza se estaba imponiendo en más de un sentido.
En territorio había ganado bastantes planetas que alguna vez le pertenecieron al Imperio Kantiano.
En moral habían demostrado su magnificencia al no solo imponer con el ejemplo que su forma de pensar era la correcta, sino que habían logrado redimir razas enteras que habían caído en las malévolas influencias de la propaganda del Imperio Kantiano.
En Psicología, la Alianza ya se daba por vencedora y se hablaba con mayor frecuencia el destino del Emperador Kant al ser llevado ante el tribunal interplanetario donde sería juzgado con gravedad por sus innumerables crímenes,
Sí, todo daba a entender que la guerra estaba llegando a su final. Sin embargo, nadie dentro y fuera de la Alianza creía que el Emperador se iba a rendir sin antes pelear, por eso se envió a un espía para que pudiese descubrir los planes secretos que pudiese tener el Imperio, encontrándose para su sorpresa con algo tan terrible e impactante que si no informaba de inmediato a la Alianza entonces la guerra sería perdida y todos los avances, logros y sacrificios habrían sido en vano.
El oscuro pasillo por el cual corría se veía iluminado por las luces parpadeantes de las pantallas y pequeños focos de neón que se volvían difusos al pasar al lado de ellos con una gran velocidad. Su visión también se nublaba debido al miedo que sentía siendo seguido por una hiperventilación que le permitía generar más adrenalina al correr. No sabía si lo habían descubierto y tampoco le importaba porque tenía lo que había ido a buscar: Información.
Deteniéndose cerca de una computadora, El agente 38 colocó el pequeño driver en la maquina y guardó los archivos, acto seguido los envió a un pequeño sector que servía a la Alianza para poder registrar datos e informes importantes que pasaban bajo nombres claves que el Imperio desconocía por completo.
Estaba hecho, el informe había sido guardado y ahora lo único que tenía que hacer era volver a su puesto para posteriormente irse de allí antes de que...
El disparo a su costado lo derribó, sosteniéndose su herida, no tardó en comprobar que estaba sangrando cuando se vio su guante blanco cubierto de un rojo brillante. viendo con ira al desgraciado que le disparó, no tardó en encontrarse con un apuesto muchacho de larga cabellera rubia, ojos azules y un uniforme rojizo junto a unos guantes y botas negras. Sosteniendo su arma de plasma, aquel muchacho negó con la cabeza mientras lo miraba con decepción.
- Es una pena- murmuró el General Kroiz- Tenías potencial ¿Sabías?
- Llegaste tarde...- le contestó el Agente 38 mientras escupía sangre- ya le he informado a los demas de su pequeña arma secreta, dentro de poco todo habrá acabado
- Oh por supuesto que lo has hecho- Asintió Kroiz, esbozando una sonrisa maliciosa, le preguntó- pero ¿Puedo preguntarte cual de todas fue la que les informaste?
- ¿To... todas? - le preguntó horrorizado 38 al entender la gravedad de sus palabras
Sonriendo con malicia Kroiz asintió:
- Sí, todas ¿O realmente piensas que el Imperio iba a revelarle a sus subordinados todos sus secretos? - apuntándole con su pistola de Plasma, añadió- hay cosas que hasta yo desconozco. Supongo que eso es lo bueno de no confiar en nadie, ingenuo aliado, que puedes tener un haz bajo la manga en todo momento sin preocuparte porque te descubran
Sabiendo que dentro de poco recibirían visitas, Kroiz disparó. Era hora de poner esa nueva arma en funcionamiento.