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Chapter 12 - Capítulo XII.

En cuestión de horas, la mansión en la Capital se convirtió en un gran bullicio, con sirvientes cargando grandes baúles con las pertenencias de sus amos, mientras que las doncellas se apresuraban con aperitivos y refrescos para servirlos y entretenerlos antes de la cena; en la cocina todos temían tener que servir a la rumoreada Princesa de Gaudia, quien creían firmemente que era una mujer dura e intratable que no dudaba en atacar a cualquiera, según habían oído sobre ella.

Y gran parte de su miedo y aprensión se debía también a sus propias expectativas de sus amos — algo irracional y atrevido que no tendrían el coraje de admitir ante ellos — pero que se producía debido al sentimiento de cercanía que existía entre los amos y los creado con más años de trabajo para los Stepen; de modo que, para aquellos que habían visto y seguido de alguna manera el crecimiento de Rudger y Declan, y más tarde de Lillia, había una aversión hacia Iris, que había llegado mucho más tarde y se había entrometido entre los que imaginaban que serían sus próximos amos.

Tampoco ayudó que la actitud de Lillia cada vez que estaban en la Capital era la de alguien que estaba convencida de ser dueña del lugar — por supuesto, lejos de la vista de Enoch y Cecilia — actuando con altivez y arrogancia; y Rudger, que nunca ocultó del todo sus sentimientos, parecía confirmar las locas ideas de los sirvientes, actuando como un amante irremediable, cumpliendo todos los deseos de Lillia.

Así que ahora que realmente había una nueva dama, la situación de aquellos que no sabían comportarse con dignidad y respeto se vería seriamente afectada; principalmente, por qué Cecilia y Declan, e incluso Rudger, habían notado el extraño comportamiento de los sirvientes.

— Ah, casi lo olvido, Benjen ya tiene la lista de médicos recién graduados que pediste. — Enoch habla con Iris durante la cena — ¿Qué harás con ello ahora?

— Los entrevistaré con el médico de familia, nos aseguraremos de sus capacidades y luego podremos filtrar a los más competentes para hacerles una oferta de trabajo. — Iris dice, feliz y ya haciendo planes.

— ¿De verdad vas a construir una clínica médica en Claudere, hermana? — Pregunta Declan, impresionado.

— Antes de venir aquí, mis supervisores ya habían recibido instrucciones al respecto, cuando regresemos, la construcción ya debería estar a mitad de camino; lo que significa que esta lista llegó en un buen momento. — Iris explica.

— Benjen, ¿por qué Iris aún no ha recibido sus cannolis[1]? — Totalmente fuera de tema, Rudger interrumpe lo que están diciendo para señalar el error de los sirvientes.

— Disculpe señor, ahora mismo están sacando todos los platos... — Sin comprender el origen de su reprimenda, el mayordomo se explica nervioso y pronto es interrumpido.

— No pregunté por un retraso en el servicio, pregunto por qué mi esposa aún no ha recibido su plato, cuando naturalmente debería ser la primera en recibirlo junto conmigo. — Rudger señala, y su forma tranquila de hablar no oculta lo irritado que está — Es curioso que Lillia ya haya recibido su plato, ¿debería recordarles la conducta adecuada del buen sirviente?

Al oír su nombre, Lillia deja de disfrutar de su postre y mira a Rudger, no entiende por qué parece irritado hasta que ve que es la única a la que le han servido; incómoda, sonríe y piensa qué decir para desviar la atención de sí misma.

— Rudger... es solo un postre... no creo que hayan hecho nada a propósito. — Ella quería parecer angelical y buena en todo momento, y si podía convencerlo ahora, sus acciones futuras tendrían más apoyo.

— Sea intencional o no, no los exime de culpa, ¿en qué sociedad los dueños de la casa son los últimos? Con el plato principal pasó lo mismo, me quedé callado para ver si tenían el coraje de hacerlo tan descaradamente, y miren como quedó. — Rudger prácticamente gruñe las palabras y mira a Lillia de una manera que ella nunca esperó — Ya hay demasiados malentendidos entre los sirvientes y no permitiré que traten a mi esposa como a una extraña. Llámalos, Benjen, ¡los quiero a todos en el vestíbulo!

— Rudger, ¿qué vas a hacer? — Sorprendida por su reacción y lo inesperado de sus acciones, Iris se preocupa un poco y trata de detenerlo.

— Arreglaré algunas cosas, sigan en la mesa, no los importunare. — Él la responde y se lo habla a su familia, luego acaricia el rostro preocupado de Iris — ¿Por qué no pides ese vino que te gusta para acompañarlo? Regresaré pronto.

— No te preocupes querida, fue lo mejor que Rudger pudo hacer, evitaremos problemas como este en el futuro. — Cecilia la tranquiliza, satisfecha con el cambio de comportamiento de su hijo.

— Sí, esa es la mejor manera. — Enoch comenta y pronto cambia el curso de la conversación — Declan, ¿tienes alguna señorita que quieras que investiguemos?

— No padre, pero por amor a Dios, no me hagas conocer chicas que falsamente son buenas o que se creen grandes cosas. — Declan, que ya se estaba preparando para su turno de casarse, mira de reojo a Lillia que está a su lado — Si puedes encontrar a alguien divertido e inteligente, seré feliz.

— Y tú Lillia, ¿hay alguien que te gustaría conocer? — Para su absoluto horror, Enoch le pregunta también.

— ... ¿Yo? No creo estar lista aún... Ni siquiera lo he pensado, Excelencia. — Lillia responde nerviosamente, pensando en qué excusa dar.

A su lado, Declan ríe provocativamente, muy consciente de por qué ella aún no estaba preparada, y aprovecha el regreso de Rudger para ponerlo a prueba.

— ¿No estás listo? Eres una cobarde, mi hermana y tú tenéis la misma edad, y a ella la enviaron aquí sola, para casarse con un completo desconocido, ¿y todavía no estás lista? ¿O planeas vivir toda tu vida en el Ducado? — Declan es extremadamente grosero y sarcástico, y expresa abiertamente lo que piensa sobre las cosas — ¿Qué opinas de eso, hermano?

— ¿Estaban hablando de bodas? — Él le pregunta a Iris mientras se sienta nuevamente a su lado, a lo que ella asiente — Tengo mi propio matrimonio del que ocuparme satisfactoriamente, pero si me preguntas, deberías encontrar a alguien con quien casarte pronto; Declan, necesitas a alguien en quien apoyarte, como yo tengo a Iris, y a ti, Lillia, odio decirlo, ¡pero el tiempo que aún eres joven y elegible es corto!

No quiso ser grosero, pero esa era una de las verdades que regían en la sociedad en la que vivían, para las mujeres, había un límite de edad que definía quién tenía la posibilidad de un buen matrimonio, quién tendría que contentarse con poder casarse, y quién permanecería soltero dependiendo de la bondad de los familiares; pero aunque era muy cuidadoso al hablar, sus palabras aún eran impactantes y extrañas viniendo de él.

Para su familia, fue como si vieran a otro Rudger frente a ellos, como si nunca hubiera hecho tanto alboroto por casarse meses atrás; fue impresionante ver cómo ahora estaba bien con todo eso, y cómo ya no parecía importarle su antiguo amor de la infancia, algo que ni siquiera Rudger había notado todavía.

— Iris, ¿nos retiramos? — Ignorando sus expresiones de asombro, o el evidente desagrado de Lillia, Rudger le pregunta a su esposa.

— Sí, buenas noches mamá y papá, nos vemos mañana hermano Declan, Lillia. — Completamente llena y satisfecha, Iris se levanta de la mesa y se despide de todos con una sonrisa.

El cansancio del largo día, el agradable calor de las chimeneas y la deliciosa comida, la hicieron sentir un poco somnolienta, y a medida que Iris comenzó a beber una copa de vino tras otra, comenzó a sentirse más relajada; así que ahora, un poco más ajena a su entorno, se dejó ver como realmente era.

Su sonrisa tenía un brillo diferente al habitual, que siempre parecía burlarse de todo, y su voz había sonado tan dulce y amable, haciendo juego con las suaves expresiones de su rostro una vez bellamente afilado; Iris, en su ligero estado de letargo, se había revelado inofensiva y encantadora, como un hermoso loto.

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En la cocina, donde se habían reunido los sirvientes, un silencio sofocante y opresivo se había apoderado de ellos, después de que todos hubieran sido severamente reprendidos y castigados por Rudger; y ahora, mientras Benjen enumeraba sus defectos, nadie tenía el coraje siquiera de levantar la vista.

Y con todo lo sucedido, la armonía que existía entre los sirvientes se había evaporado, los que habían venido de Agrum con los señores estaban profundamente irritados por lo sucedido — ellos sí conocían a la verdadera nueva Duquesa — y los insultaban enérgicamente; y aquellos que no tenían absolutamente nada que ver con el asunto se sintieron ofendidos al verse involucrados en la confusión causada por gente sin sentido, y por eso también expresaron su descontento.

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Ajenos al inicio de lo que sería la fuente de algunos de sus problemas en el futuro, Rudger e Iris se prepararon para irse a la cama; ella, completamente tranquila, mientras él, nervioso y preocupado.

— Lo siento Iris, debí haber tenido cuidado con este tipo de situaciones, y fue completamente culpa de mi comportamiento anterior e imprudente. — Armándose de valor, Rudger expresa una disculpa sincera.

Sabía que si no hubiera sido tan indulgente con Lillia, si no le hubiera mostrado tanto cariño, nunca habría habido tanta parcialidad entre los sirvientes y lo que había sucedido en la cena nunca habría sucedido; incluso si ahora no estuviera casado con Iris, por cómo veía la "relación" que creía que existía entre él y Lillia, era probable que nunca estuvieran juntos, y pensando de esta manera, en algún momento tendría que casarse con otra persona, que sería igualmente ignorada y des respetada dentro de su hogar, por lo imprudente que había sido Rudger con sus acciones y sentimientos.

— En realidad ni siquiera me había dado cuenta, no era nada grave. — Ella responde sinceramente.

Iris tenía sus pensamientos e intereses en otra parte, de modo que no había prestado atención a ningún otro punto de la cena, y lo mismo sucedía ahora; cuando ella no estaba en lo más mínimo interesada en hacer que Rudger se disculpara y se arrepintiera de su pasado.

Iris creía que había cosas que no debían imponerse y que los sentimientos de las personas eran, sin lugar a dudas, algo que no debía juzgarse; así que a ella no le importaba en absoluto lo que los sirvientes pensaran de ella, o lo que pensaran de su matrimonio, cada uno debía saber más sobre sí mismo, y eso no cambiaría ni afectaría lo que ella era o su vida.

— En lugar de seguir disculpándote y rogando por esto y aquello, una y otra vez, sé leal a mí como lo fuiste hoy, eso es suficiente. — Su respuesta fue tan típica de ella que resultó gracioso.

— Ten por seguro, puede que sea un tonto al que le lleva un tiempo reciclarse, pero si hay algo de lo que puedo presumir es de mi carácter. — Aliviado, Rudger le hace una especie de promesa.

— Bueno, ahora ven aquí, ¡bésame y hazme sentir bien! — Iris le ordena impertinente.

No hacía falta decir nada más, momentos después, Iris fue besada con lujuria y su cuerpo fue tomado sin descanso.

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A la mañana siguiente, al principio, prevaleció un nerviosismo que influyó en el ánimo de todos, y el motivo fue la inminente ceremonia de entrega del título que tanto tiempo habían estado esperando; tal formalidad tendría lugar en el Palacio Real de Urbs, lo que aumentó el malestar de los nuevos Duques.

Iris, porque sabía a quién iba a conocer y Rudger, porque conocía el motivo de la aversión de su esposa, y después de lo ocurrido con el Príncipe Heredero el día anterior, temían lo que pudiera pasar; incluso con su alto estatus como nobles, el Palacio era el dominio de la familia real, y esto los dejaba algo limitados.

Como si la formalidad no fuera suficiente para mantenerlos ocupados, poco después habría un pequeño baile matutino, al que su asistencia era obligatoria; y durante los próximos días también estarían ocupados socializando y fortaleciendo relaciones con otras familias nobles, para el bien de los intereses de su territorio.

— ¿Debo recoger mi cabello? — Por primera vez desde que la conoció, Rudger vio a Iris indecisa.

Ella desconocía las costumbres sociales para estas ceremonias en Urbs, en Gaudia existía un código de vestimenta y toda una clase de presentación, incluso los temas tratados en este tipo de formalidades seguían una estricta etiqueta y jerarquía; pero cuando Iris intentó estudiar sobre ello para prepararse, no pudo encontrar nada al respecto, por lo que ahora se sentía un poco insegura.

Ella no quería que más rumores sobre su mala conducta se extendieran sin control, bastaba con que le dijeran que era una mujer fría e intrigante; como mínimo, quería demostrar que se tomaba en serio sus obligaciones.

— No te preocupes demasiado, el Palacio no requiere ningún código de vestimenta ni nada de eso. — Él responde queriendo tranquilizarla — Prepárate como lo harías en Gaudia, ¡estoy seguro de que estarás increíblemente hermosa!

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Exactamente a las nueve de la mañana, las puertas del enorme salón del trono se abrieron y las familias nobles más prestigiosas entraron con entusiasmo a la ceremonia; todos estaban ansiosos por conocer a la nueva Duquesa de Agrum, de quien se rumoreaba que era la mujer más hermosa de Gaudia.

La familia real asistió — inusualmente — con todos sus miembros, desde los Príncipes hasta sus esposas, el Rey, la Reina y también las concubinas reales y sus hijos; la nobleza también se sorprendió al encontrar una delegación de Gaudia en la sala.

Tal cómo había sucedido en su boda, la Princesa había llegado antes de lo esperado — esta vez con Rudger a su lado — y los Stepen — y Lillia — que habían partido primero hacia el Palacio esa mañana ni siquiera tuvieron tiempo de saludar a todos sus conocidos, cuando se anunció la llegada de la pareja; y exactamente como aquel día hacía casi seis meses, Iris había impactado con su exquisita belleza, arrancando suspiros de encanto de todos.

Iris lució un vestido de seda azul imperial con características de túnica, sin marcos ni volumen, de corte recto que se ajustaba al cuerpo, con mangas largas acampanadas; estaba preciosamente bordado en hilo de oro, formando finos y elegantes patrones de azaleas — la flor simbólica del escudo de armas de Stepen — a lo largo de toda la longitud de sus mangas y busto.

En su cintura, un delicado y notable cinturón de oro puro, que también tenía la flor tallada a lo largo de su longitud, su escote formaba un profundo corazón, dejando su busto parcialmente descubierto, donde colgaba de su fino cuello, un riquísimo collar de perlas y oro. con varias cadenas de diferentes circunferencias, con piedras de zafiro de diferentes tamaños incrustadas en sus delicados adornos; sobre sus hombros caía una capa de seda blanca con el mismo bordado dorado a lo largo de todo su dobladillo.

Su cabello estaba recogido en un elaborado moño para que sus rizos fueran visibles, y en la parte superior de su cabeza, una corona de oro y zafiros que hacía juego con los collares, aretes y pulseras que usaba Iris; y para acompañar su exquisita vestimenta y joyas, sus labios carnosos estaban pintados de un delicado rosa, y sus ojos agudos y llamativos estaban maquillados para que parecieran más grandes, haciendo que su imagen fuera idílica.

A su lado, Rudger lucía un conjunto con los mismos tonos de azul y el mismo bordado en el dobladillo de su chaqueta y chaleco, siguiendo la costura de los botones, sus pantalones también tenían un bordado discreto a lo largo de la costura de sus bolsillos; sobre sus hombros caía también una capa blanca, un poco más corta que la de Iris, y estaba sujeta de un extremo al otro por cadenas de oro.

Además de haber aceptado vestirse tan lujosamente, Rudger había peinado su cabello negro hacia atrás y afeito su barba, dejándola corta; cuando Iris le sugirió que tuviera ese cuidado extra, él no le había dado mucha importancia, sólo lo había hecho porque ella se lo había pedido, pero después de verlo, había quedado impresionado con el resultado.

A veces sus ojos azules le hacían parecer demasiado juvenil, en desacuerdo con su estatura y gran musculatura, razón por la cual se había dejado barba; ahora, después de hacer lo que su esposa le había dicho que hiciera, finalmente parecía un hombre de veintiséis años.

— Por favor, que todos los nobles presentes sean testigos de la transferencia del título nobiliario del Duque Enoch Stepen y la Duquesa Cecilia Stepen, hasta el día de hoy vasallos leales que han cumplido impecablemente con sus deberes, a su hijo mayor, Rudger Stepen, y su nuera, Iris Stepen. — El Rey Pedro inicia la ceremonia y hace una señal a los cuatro mencionados para que se acerquen a donde estaban él y un Obispo — Podéis ungirlos, Obispo Fideon, mientras el Duque y la Duquesa entregan las insignias a su hijo y nuera respectivamente.

Mientras todos los asistentes permanecen en silencio, Enoch y Cecilia transfieren a Rudger e Iris las insignias que usaron durante todo su matrimonio; había dos broches de oro grabados con el escudo de armas de azaleas, que estaban sujetos a sus vestimentas y sostenían una faja de seda roja, que tenía un extremo sujeto a su hombro izquierdo y el otro al lado derecho de su cintura.

Al completar el traslado, Iris y Rudger se arrodillan sobre una sola pierna, como lo hacen los caballeros, para recibir la bendición del Obispo y hacer un juramento; a diferencia de lo que ocurrió con otras familias nobles, los Stepen juraron servir únicamente al reino, su autonomía política y económica, junto con su linaje real, les eximía de estar ligados por la lealtad incondicional a la familia real.

— Hoy, los nuevos Duques de Agrum asumen sus responsabilidades y obligaciones hacia este reino. — El Rey finaliza la ceremonia.

No fue una ceremonia larga ni llena de protocolos, como las que tenían en Gaudia, pero aun así, Iris se sintió aliviada de que terminara rápido, especialmente porque esta entrega de título solidificaba su matrimonio, y significaba que el tratado estaba seguro, igual que ella; por lo tanto, incluso cuando estaban rodeados de nobles ansiosos y competitivos, que buscaban su atención una y otra vez, ella sonreía y escuchaba sus felicitaciones con paciencia.

Ahora ella era la Duquesa de Agrum, y trabajaría duro para hacer prosperar la tierra que ahora era suya, haría que otros territorios envidiaran a su gente, y haría que dejaran de llamarla "Princesa extranjera" y comenzaran a llamarla la Duquesa; Iris quería ser recordada por su buen trabajo, quería ser reconocida por sus logros y no por rumores infundados, solo que no sabía que sería mucho más querida de lo que su simple ambición la haría desear.

[1] Cannoli es un postre originario de Sicilia, que consiste en una masa dulce frita, en forma de tubo, rellena de una crema de ricotta.