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Chapter 5 - capítulo 5: El reino lumeria

Al terminar de subir la colina, contemplé por primera vez la ciudad humana. Era imponente. Me sentí sorprendido... incluso feliz.

Avanzamos unos pasos hasta atravesar sus puertas. A primera vista, la ciudad parecía hermosa. Pero a medida que caminábamos y me fijaba mejor, noté detalles que me rompieron el corazón: los estantes de los mercados estaban vacíos, la gente caminaba con la mirada baja… y la comida, claramente, escaseaba.

Podía ver el desánimo en sus rostros. Sus cuerpos estaban presentes, pero sus espíritus, apagados. La moral estaba por el suelo. Nadie parecía tener fuerzas para seguir luchando. Era como si todo el reino estuviera a punto de rendirse.

Volteé la mirada hacia Daichi. Él tenía la cabeza agachada, en silencio. Sabía que ni siquiera él tenía una solución inmediata… pero algo en mi corazón, un instinto, me decía que si alguien podía hacer algo, era él.

El aura que emitía era densa, poderosa. De todos los Doce Héroes, Daichi era el más fuerte. Nuestro hermano mayor.

Me acerqué a él y le hablé en voz baja. Justo en ese momento, Elena me susurró al oído que quería bajar. Quería caminar por su cuenta. Con cuidado, la ayudé a bajar de mi espalda.

Entonces, le pregunté a Daichi:

—Hermano… ¿Tú crees que podamos salvar a esta gente? ¿De verdad… podemos hacerlo?

Él no dijo nada al principio. Solo me acarició la cabeza y, con una sonrisa tranquila, respondió:

—Claro que sí. Todos nosotros… somos lo suficientemente fuertes para lograrlo.

Daichi continuó acariciándome la cabeza por unos segundos más. Algo dentro de mí se iluminó. Era una felicidad que no podía explicar. Solo con verlo sonreír, esa sonrisa tan natural… me sentía en paz.

Luego, dejó de acariciarme y se dirigió hacia el caballero para hablar con él. Yo, lleno de determinación, apreté el puño izquierdo y señalé el cielo con la mano derecha.

—¡Yo seré el mejor héroe de todos los tiempos! ¡El más grande entre los humanos!

Mis hermanos estallaron en carcajadas. Uno tras otro se acercaron a mí, diciéndome que el primero que lo lograra se ganaría el título de “mejor héroe” entre los Doce. Reímos juntos y, con entusiasmo, juntamos nuestros puños en señal de promesa. Nuestra apuesta había comenzado.

Éramos una familia. Unidos, fuertes, decididos. Nos reíamos, nos abrazábamos. Juramos salir triunfantes de esta guerra. Nada ni nadie nos separaría.

El caballero, que nos había dejado atrás, nos gritó para que lo alcanzáramos. Corrimos hacia él, animados. Al llegar, le preguntamos si quería unirse también a nuestra competencia.

Con calma, respondió:

—Claro que sí. ¿Por qué no? También quiero ese título. No pienso perder contra ustedes, héroes. Yo también voy a ganar.

La alegría fue contagiosa. Por primera vez desde que desperté de la cápsula, sentía algo cálido… familiar… hermoso. Era un sentimiento que jamás había experimentado antes. Algo dentro de mí comenzaba a encariñarse con ese momento.

Seguimos caminando hacia el castillo. Cada vez estábamos más cerca de sus grandes puertas. El caballero nos explicó que el rey probablemente estaría en la sala del trono, hablando con su consejero para buscar soluciones: tanto para la escasez de alimento como para el fin de la maldita guerra.

Cuando llegamos frente a las puertas del castillo, los guardias las abrieron sin decir una palabra. Solo con ver la armadura del caballero supieron quién era. Ni siquiera necesitó quitarse el casco.

—¿Eres alguien importante aquí? —le preguntó Daichi con curiosidad.

El caballero asintió, sin darle mayor importancia.

—Sí. Soy el líder de los caballeros.

Entramos al castillo sin problemas y avanzamos por sus pasillos hasta llegar a la sala del trono. Allí, nos esperaba el rey.

Un hombre que, con solo una mirada, dejaba claro que también estaba al borde de rendirse.