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Usó una oración declarativa, no una interrogativa, así que esa era su conclusión, no una pregunta para mí.
Seguí pinchando la cáscara del camarón con un tenedor. La cáscara de la langosta era muy dura, y los dientes del tenedor estaban un poco desafilados, así que después de intentarlo por mucho tiempo sin poder perforar la cáscara, solo pude dejar caer el tenedor con desánimo y apoyar mis mejillas en mis manos mientras miraba a la señora Sang.
Ella todavía me miraba con esa misma expresión:
—Nos conocimos hace más de tres meses, ¿recuerdas lo que te dije antes de que te fueras?
Por supuesto, lo recordaba; ella dijo que yo no amaba a Sang Qi.
Pero no hablé.
—Ahora retiro esa declaración; te has enamorado de Sang Qi —dijo ella.
Su perspicacia era aguda; cuanto más viejo es el jengibre, más picante es. Aunque parecía gentil y suave por fuera, poseía un par de ojos muy afilados.
