¿Pueden los sueños volverse realidad? Aquel joven de larga cabellera negra, sujeta por una cola de caballo de color blanco, que portaba una armadura de color rojo que representaba a su reino creía que no. Sosteniendo su lanza cuyo filo era curvo, se preguntó a sí mismo cuanto tiempo tuvo en sus manos aquella arma. Hasta donde él sabía bien podría haber nacido con aquella arma en su mano debido a que conoció la horrida cara de la muerte y la guerra desde que era un bebé. su padre fue un soldado al servició del Rey y el padre de su padre también lo fue y el padre del padre de su padre hasta donde las memorias del Reino del fuego ardiente podían recordar, siendo el joven Hien el siguiente en mantener el legado con vida, aunque esa noche parecía que sería la última noche de su clan de guerreros al servició del Rey. Sus eternos enemigos, el Reino del Hielo Congelante, se habían hecho con un arma especial, algo que permitía a los soldados enemigos convertirse en gigantes de hielo capaces de masacrar a sus enemigos con solo lanzarles una rafaga de viento helado.
Era una hermosa noche estrellada y Hiang siempre amaba ver las estrellas cuando llegaba su turno de descanso, las veía cuando hacía guardia fuera del campamento y las veía cuando viajaba con su ejercito de una ubicación hasta otra en lo que parecía una guerra eterna y sin final. La razón por la cual Hiang veía las estrellas era porque ellas representaban lo único que deseaba en su vida y lo único que todas las generaciones deseaban desde que inició aquel conflicto sin sentido hace siglos atras: la Paz.
Muchas veces se preguntaba cómo sería vivir en un mundo pacifico, sin guerras, sin combates, sin tener que pelear por su vida a cada minuto ni sentir hambre, frío, sed o miedo de ser emboscado por una armada enemiga en cada arbusto, árbol y lago en donde él se encontraba. ¿Cómo sería vivir en paz?
No lo sabía y tampoco sabía si podría acostumbrarse a tal idea debido a que la guerra era su día a día, la paz solo vendría cuando él muriese en combate, del mismo modo que su padre, su abuelo y su tatara abuelo junto a todos los que vinieron antes que él encontraron la muerte. El Reino de Bing no parecía cansarse de atacar y cada vez que se encontraban cerca de lograr la victoria, un contra ataque inesperado les impedía concretar aquella maldita guerra, extendiendose varios años y siglos más al punto de que aquel valle solo supo de muerte desde que ambos reinos tenían memoria.
Alzando su cabeza mientras sujetaba con fuerzas su lanza. Hiang vio las estrellas una última vez antes de avanzar contra el ejercito de Bing quienes portaban armaduras azules que buscaban emular al agua antes que al hielo. Viendolos a la distancia, el General Xing Biao esbozó una sonrisa antes de realizar sus movimientos que le permitirian convertirse en un gigante de hielo.
El fresco viento de la noche se acrecentó con la precencia de aquel enorme gigante cuyo cuerpo era de color blanco azulado y cuyos musculos estaban esculpidos en hielo. El cabello junto a la barba del General Biao habían desaparecido, siendo reemplazadas en su lugar por una cabeza sin rostro y sin ningún tipo de cabello, siendo los ojos lo único que poseía en esa cabeza y que largaba un tetrico resplandor azul.
Largando un potente grito, ambos ejercitos corrieron a la batalla mientras que las estrellas comenzaban a bajar a la tierra delante de ellos, formando una especie de imagen femenina de gran belleza.
De larga cabellera dorada, ojos azules y vistiendo ropas extrañas junto a una especie de casco o sombrero redondo de color negro con una pluma al costado, aquella extraña imagen intervino a tiempo para detener el combate y pelear contra el general Biao.
Dentro de poco Hiang comenzaría a tener la esperanza de que su sueño se volviese realidad.