Chereads / Resiliencia / Chapter 36 - Capitulo 36: La propuesta del entrenador Toledo

Chapter 36 - Capitulo 36: La propuesta del entrenador Toledo

Llegó el día viernes.

Apenas recuperado del resfriado y de las heridas, los días fueron demasiado monótonos. Comer, ejercicio y descansar. Todo en una gran cantidad.

En toda la semana, no hizo acto de presencia nadie. Aunque aún no llegaba al final de la semana, no vislumbraba señales de que alguien fuera a aparecer. El día anterior llamé al señor Philip, le mencioné todos los detalles mi situación. Me ofreció quedarme en su casa, para no incomodarlo lo rechacé. Se ofreció para comprarme una casa por completo, claramente me negué. Sugirió un departamento de su propiedad que estaba sin uso, me excusé argumentando que ya me ayudó lo suficiente y que no quería abusar de su amabilidad. Le comenté que ya tenía un lugar donde quedarme. Surgió su preocupación de cómo me movilizaría y le comenté que aún contaba con el jeep de mis padres. Poco antes de finalizar la llamada consideré preguntar por Melaine, ya que no tenía forma de contactarme con ella. La idea se desvaneció por precaución a lo inapropiado que puede sonar preguntarle al señor Philip por su nieta.

Llegué al gimnasio. El dueño no estaba en la recepción, pero pude diferenciarlo en una habitación curando a un niño pequeño que tenía un raspón en el pie. El niño estaba llorando así que tomaba toda la atención del señor Toledo. Una vez pasé a la academia de box, seguí las instrucciones que se me dieron. Cada cierto tiempo Giovanni me lanzaba una mirada llena de burla. El profesor nos separó en parejas para un combate de velocidad sin poder y poco contacto. Las parejas fueron rotando. Así, igual que en las anteriores clases fui descubriendo las habilidades de todos, tratando de aprenderlas y usándolas a mi manera. No pasó mucho tiempo para que me tocara contra Giovanni. Los demás estaban atentos a nuestros movimientos. Antes de comenzar el profesor recalcó que era solo entrenamiento, que solo era para ganar velocidad y precisión, por lo que el contacto físico no era importante.

La práctica comenzó. Cada uno tomó su distancia. Hice tal como propuso el entrenador, no lo golpeé; solo lancé puños al aire a gran velocidad, tanto a su cara como a su estómago. Él no hacía otra cosa que poner su guardia y recepcionar los golpes. De vez en cuando, lanzó unos golpes directos a mi estomago con gran poder, conteniendo su velocidad. Podía verlos con claridad, me daba suficiente tiempo para esquivarlos, si no los recibía por completo, disminuía casi todo el daño. Su mirada de enojo no cambió en ninguna instancia. Antes de que el profesor hablara para cambiarnos de posición, me detuve. Giovanni aprovechó que baje mis brazos para en un súbito movimiento acercarse lo necesario y golpearme en la cara con su guante izquierdo. El dolor fue horrible. La sangre me comenzó a hervir. Aunque no veía mucho por mis ojos irritados por el golpe, me repuse y tomé la iniciativa de vengarme. Me abalancé contra él con el puño en el aire. Me esquivó sin mayor esfuerzo, mi ataque casi termina en alguien de la academia, alcancé a abstenerme. Me di la vuelta para lanzarle otro golpe con mi mano débil, no me importaba, quería acertarle. Cuando me giré, ya no podía verlo.

—¡Hey! —alcancé a escuchar al entrenador.

Apenas agaché mi vista el puño que venía en diagonal golpeó mi mejilla. Sacudiendo mi cabeza. Por la potencia, mi cuerpo se desestabilizó.

—¡Giovanni, que crees que haces!

El entrenador lo empujó para luego llevarlo a una esquina. Mientras algunos lo sostenían otros concentraron sus miradas en mí.

—Chico Vitale, ¿cómo te encuentras? ¿Puedes oírme bien?

—No muy bien. Me siento un poco mareado —dije con sinceridad.

—¡Dios estos chicos! ¡Como es posible que no puedan comportarse! ¡Hasta los niños pequeños entienden que es un entrenamiento, en donde nadie debería salir herido!

En vez de culpar a Giovanni, la culpa se retuvo en ambos.

—¡Hasta aquí llegó la clase! —enfureció el entrenador—. ¡No entiendo como no se pueden controlar! ¡Este deporte no se trata solo de golpear y golpear! ¡Eso deberían tenerlo más que claro!

Todos callaron. El resentimiento cayó en nosotros dos. Todo el odio y desprecio por haber perdido una clase y dejar una situación con un ambiente incomodo fue recalcado en mí, quien estaba golpeado en el suelo. Quería reclamar como nunca. ¿Si quiera tenía el derecho de intentarlo?

—Vitale, ¿te puedes levantar?

Al darme cuenta de que estaba sentado traté de hacerlo. Lo logré sin dificultades.

—Vamos a enfermería. Tú, Giovanni vienes conmigo. Los demás pueden cambiarse. Hasta aquí llegamos hoy.

Me dirigió mientras se mantenía cerca por si me desvanecía. Al llegar a enfermería el señor Toledo me recordó de inmediato.

—¿Qué sucedió? —se exaltó.

—Estos dos se pelearon sin consentimiento. El chico Vitale recibió la peor parte.

Lo dice como si fuera mi culpa tener menos habilidad. Imbécil.

—Deprisa siéntalo —apresuró al entrenador que no ofrecía nada estando quieto en la entrada sin dejarme pasar—. ¿Cómo te sientes? ¿Puedes ver bien? ¿Te sientes mareado?

—Estoy bien. No es nada grave. Solo necesito un poco de espacio.

Sentía que me estaba inquietando. Tenía la sangre hirviendo y las palabras solo me provocaban.

—Está bien. ¿Puedes traerme un poco de agua?

El entrenador Mashroll salió por ello y volvió a entrar con una botella de agua llena, se la pasó al recepcionista y él me la ofreció.

—Gracias —acepté.

Bebí lo suficiente. Ya estaba calmado.

—¿Sientes que algo no está correcto? ¿Algún mareo? ¿Dolor? Cualquier cosa que sientas dímelo.

—Solo me duele el golpe, pero solo es cuestión de tiempo para que pase.

Creí escuchar una exhalación burlesca de parte de Giovanni.

—Ten, ponte esto.

Sacó una bolsa con un líquido helado en el interior. Y la reposó en donde recibí el golpe.

—Ahora sí —se detuvo el recepcionista, con una seriedad digna de un entrenador—. ¿Pueden explicarme que fue lo que pasó?

—Cómo le dije. Estábamos entrenando sin contacto y suave, entonces comenzaron a golpearse sin contenerse y Giovanni se aprovechó de su experiencia.

—¿Se puede saber por qué pelearon?

El señor Toledo ignoró el ultimo comentario del entrenador. Me entregó la bolsa congelada para que yo me encargara y nos preguntó a nosotros. Primero me indagó en mí, al ver que no respondí redirigió la pregunta a Giovanni, quien tampoco habló.

—Bueno ya que no me quieren decir. Voy a tener que charlar directamente con sus padres para aclarar la situación.

—¡Tch! —se quejó Giovanni.

—No es necesario —terminé diciendo casi para mí mismo.

—Claro que no es necesario —habló en tono sarcástico—. Es súper normal que los chicos de mi gimnasio vayan por ahí repartiendo golpes porque se les da la gana. Así que no, no es necesario.

Lo irónico de su voz se veía opacado por su enojo.

—No me importa —se atrevió a responder Giovanni.

—Imprudente. Los llamaré de inmediato.

Marcó un número. Al parecer no era primera vez que llamaba a sus padres o al menos no dudo en buscar el contacto en su lista.

—"Hola buenas. ¿Hablo con el padre de Giovanni?"

—"Sí."

Se escuchó a través del teléfono.

—"Bueno. Su hijo a cometido una grave infracción en nuestro gimnasio. Ha golpeado a uno de nuestros estudiantes sin razón aparente."

—"Disculpe, en este momento estoy trabajando. Giovanni ya es mayor de edad, por lo que desearía que no llame a este número a menos que sea una urgencia."

—"Le estoy diciendo que su hijo…"

El sonido de que colgó la llamada resonó en toda la sala.

—Dame el número de tu madre.

—No lo tengo.

—¿Crees que soy estúpido? —comenzó a enojarse el señor Toledo

—Es enserio.

—¿Tienes algún hermano o hermana mayor que pueda contactar?

—Tengo una hermana, pero debe estar durmiendo.

—¡Dios! Lo dejaré para luego. Absalón, puedes darme de número de tus padres.

—Lo siento, pero no creo que eso sea posible.

—Te lo estoy pidiendo de la mejor manera.

—No es que no quiera. Simplemente no puedo.

Por mucho que lo piense no hay forma de decirlo sin dar pena.

—Por favor, no me hagas enojar.

—¡Ellos fallecieron! —alcé la voz más de lo que requería.

Las tres personas que se encontraban en la sala cambiaron por completo. Sus miradas, su respiración, sus pensamientos, su actitud, sus sentimientos, su visión. El enojo se volvió culpa. La venganza se volvió piedad. La frustración se volvió empatía. Unas pocas palabras cambiaron su percepción de mí. Así mismo el ambiente se tornó desapasionado e incómodo.

—Esto… Lo siento.

No dudó ni un momento de mis palabras. Pues en ellas se podían percibir la verdad o creía que era algo demasiado serio para usarlo como excusa.

—¿No hay algún tutor con el que me pueda contactar?

Sus palabras se tornaron detenidas y cuidadosas.

—Sí lo hay, pero preferiría no molestarlo. Si quiere, me puede expulsar. Tomaré la responsabilidad.

—No, no es necesario. Solo, por favor, no hagan tonteras de esa manera. ¿Qué sentido tiene pelearse entre ustedes? ¿Qué sacan? —nos observó a ambos—. No ganan nada. En especial tu Giovanni. Ya tienes un buen tiempo acá. Deberías tener algo de autoconciencia y control de tus acciones.

—No volverá a pasar —bufó de mala gana.

Giovanni intentó mostrarse fuerte; no obstante, era evidente que había sido vulnerado. Las palabras que utilicé dieron en el clavo, funcionaron a mi favor. Puse al entrenador y al señor Toledo de mi parte, mientras que hice que el idiota de mi condiscípulo sintiera algo de afinidad. No era algo ético utilizar a mi familia muerta como escusa, sin embargo, no podía desestimar el uso favorable de oportunidades que solo se presentan después de que ha ocurrido la circunstancia.

—Disculpen. ¿Pueden darnos un momento?

El señor Toledo pidió que se retiraran. Mientras asentían. Desaparecieron por completo.

—¿Quieres que te acompañe un momento? ¿O prefieres estar solo?

Entendía que sintiera algo de compasión por lo que dije. No obstante, la forma en la que me trata es algo exagerada.

—Está bien si se queda.

Mi voz se quebraba en cada palabra. Al instante que me di cuenta que sucedía, cuando unas lágrimas terminaron saliendo sin mi consentimiento. Rápidamente las sequé. Aguanté la respiración para luego volver a la normalidad. Me recuperé en nada. Un total hipócrita. Aproveché de colocarme bien la bolsa con hielo en la mejilla para que lo aparente tomará más peso.

—Disculpe por eso.

—No. Está bien, entiendo. Si quieres desahogarte puedes hacerlo.

 No era necesario decirlo. No es mi intención desahogarme frente a alguien, nunca lo ha sido. No es algo que quiera hacer si no es por conveniencia.

—Volví.

Una voz detrás de la puerta se asomó. Los dos miramos al mismo tiempo hacia donde estaba ella. Ella se dio cuenta de que existía, para evitar su lamento volteé la cara.

—Vania. Este… nos puedes dar un momento.

Vania que en un principio no consideró mi instancia, se fijó con crueldad en mí.

—Aquí están las cosas que me pediste —levantó una bolsa con varias cosas en el interior, para retirarse lo antes posible.

—¡Espera! —Ella, por obligación apareció nuevamente— ¡Te tengo una propuesta!

Hubo un silencio. El ambiente volvía a cambiar. La alteración repentina de la actitud del señor Toledo fue súbita. Por alguna razón esta confusión se volvió curiosidad. Solo quería escuchar lo que iba a decir, a pesar que puede que ni siquiera esté involucrado, pasaron muchas ideas por mi mente. Sonrió ante ninguna respuesta.

—¡Chico! Dime, ¿Qué tal te va en el colegio, o te iba?

No entendí la relación de la pregunta.

—Bien, supongo. Siempre tuve promedio 6.7 (Nota máxima 7.0)

Aunque suponía ciertas cosas, no comprendía cuál era su punto.

—Necesito pedirte algo. Es un poco complejo, pero antes quiero saber si piensas seguir en este gimnasio.

—Si le soy sincero, no lo sé. No es por lo que sucedió hoy, es debido a que tenía pensado volver al colegio.

—No creo que eso sea un problema —se entusiasmó.

A pesar de que sus pensamientos no iban dirigidos a nadie. Estaba explicito que la propuesta tenía algo que ver conmigo.

—Bien les tengo una propuesta a los dos —dijo con energía. A pesar de que miré a Vania en busca de respuestas por si sabía algo, esta ni siquiera volteó a mirarme. Así que presté atención a quien continuó hablando—. Absalón. ¿Qué te parece si luego de la escuela vienes aquí para practicar tus dos academias en una misma y a la vez, le ayudas a Vania a estudiar?

Si bien me negaba a comprender en su totalidad la situación, entendía a lo que quería llegar el señor Toledo.

—A cambio no solo te enseñaría Vania y yo en algunas ocasiones, sino que también no tendrías que pagar ninguna mensualidad. Sería un ganar y ganar. Dime, ¿Qué te parece?

Entendía que la mitad de la responsabilidad era mía.

—Eh… No sé si sea lo mejor.

Ese era mi verdadero sentimiento a tal propuesta. En caso de guiarme por los pros y contras que me favorecía, era evidente que dos tercios del trato eran propicios.

—¿Es por algo en específico? O solo, no es lo que deseas.

—La verdad, no sabría decirle. Se que no es poco lo que me ofrece, pero creo que debería pensarlo con cuidado. Es más, aun no tengo la certeza de que vuelva a entrenar.

—Comprendo, comprendo. En ese caso, está bien si lo decides hasta el lunes. Te estaré esperando dentro del día. Si no vienes puedo suponer tu respuesta.

—Gracias, le haré saber cuál es mi decisión el lunes.

Me dejó solo y fue a tratar el tema con Vania, quien no se veía muy convencida con tal propuesta. Sigo sin saber si sus estudios son algo que sea necesario o es una decisión que tomaron como reparo. Aun no comprendo bien su condición.

Estuve hasta que el sangrado se detuvo y el hielo me quemaba hasta que no podía continuar sujetándolo con ninguna de las dos manos. No hace mucho me recuperé de mi mal estado físico y ya volvía a tener un nuevo golpe.