Un nuevo día soleado.
El sol no quemaba, era agradable y cálido. Abrí la ventana de mi dormitorio para disfrutarlo y ventilar la habitación. Al salir al pasillo del segundo piso me encontré a mi hermano realizando la misma acción. Nos quedamos en silencio unos segundos que parecieron eternos.
—Devuélvete a tu habitación —me ofreció.
—Ya sé cuál es tu intención —le respondí con plena confianza.
Sin vacilar me apresuré en correr en dirección al baño, tenía una clara ventaja. Debo admitir que fue un digno oponente, pero mi victoria estaba asegurada. Naim se detuvo antes de que entrara. Sin quitarle la vista entré de espaldas, finalizando con una burla antes de cerrar.
—¿¡Qué haces aquí!?
Ensimismado por mi adversario, olvidé por completo la existencia de mi hermana pequeña, quien con una toalla enrollada, esperaba en una orilla a que la tina se llenara.
He perdido.
Se levantó cuando lo hicieron mis padres. Solo me queda aceptar mi derrota y salir disimuladamente antes de que se enoje.
Quizá debería pedir perdón antes de salir.
—Eh, dis…
—¿¡Por qué sigues aquí!? ¡Vete! —me interrumpió antes de terminar la frase. Lanzándome agua para que desapareciera.
Maldición. El agua que me lanzó estaba demasiado caliente, como es siquiera posible que pueda meterse ahí.
Naim se tomaba el estómago de tanta carcajada.
—¿Qué pasó? ¿No habías puesto una cara triunfante recién? ¿Por qué ahora estás así de desanimando?
—Ya sabías, ¿verdad? Me dejaste ganar —logré notar—. No puedo creer que no me haya dado cuenta.
—No estés triste —sobrepuso su mano encima de mi hombro, a la vez que me lo presionaba con mayor fuerza—. Mejor ayúdame a practicar este nuevo movimiento que aprendí.
—Hoy tengo un partido, así que prefiero que no me golpees.
—De hecho, es de futbol, ¿de verdad crees que soy tan malo para practicar algo que pueda lastimar a mi querido hermanito?
El mismo, contradiciendo sus palabras, pasó su mano sobre el mismo hombro y en un intento amistoso de apego, me tiró al piso con una llave. Yo ya acostumbrado, me dejé caer.
Nuestros padres se despidieron y nos dejaron a cargo de Naim. Cuando nos apresuró para subir al jeep tomé el asiento del piloto.
—¿Qué haces? —me preguntó al verme con el cinturón ya puesto.
—Quiero manejar.
—Bueno.
—¿Enserio? —pregunté con altas expectativas.
—No. Ja, cuando tengas la edad conducirás.
—Pero sé conducir —le imploré sin esperanzas.
—A ver déjame ver la licencia que lo acredite.
Obligado a salir me cambié al asiento del copiloto.
Al abrir la puerta me encontré a Tamar. Supe que me tocaría irme atrás.
Me encuentro solo contra el mundo, siento que mi cuerpo está al límite, el tiempo se me hace lento. El marcador marcaba a favor del otro equipo, cuando mi amigo Lie, esta vez como mi enemigo, me miró y alzó su mano a la altura de sus ojos, haciéndome una señal provocativa. Esto me devolvió a la cruel realidad, siento la adaptabilidad de mi cuerpo y mente, estaba listo para probar algo nunca antes hecho. Comencé avanzando por la zona central, el jugador alto del equipo rival era lento así que pude pasarlo fácilmente dando un pase a mi compañero, quien sin dudar, me la lanzó de vuelta a mis pies. Era un cinco contra cinco, me quedaba Lie, él tiene 17, al igual que su equipo, había que tomarlo enserio al ser un año mayor que nosotros. Detrás, su defensa y el portero me esperaban. El faltante se la pasaba en nuestra área, esperando a que le dieran el pase, así que sabía que no le entretendría marcarme. Me encuentro cara a cara contra Lie. Sabiendo que no se lo espera, sonreí con una confianza que seguramente sintió, su orgullosa cara siempre con una mirada ególatra se volvía sombría. Comencé deslizando la pelota frente a mí con el pie derecho, cuando se encontraba a la distancia óptima, pasé mi pie izquierdo por alrededor de la pelota, de inmediato la derecha realizó el mismo movimiento en dirección contraria, formando un tipo de bicicleta. Para no ser tan obvio miré a mi oponente, quien estaba pensando en qué dirección iba a terminar la finta, teniendo un cincuenta por ciento de chance a los dos lados. Cuando estaba por finalizarla puse mi pie izquierdo detrás del balón para que quedara entre medio de las zapatillas, deslicé el empeine con gran precisión hacia la pelota generando que esta suba por el interior de mi pierna derecha, al estar en una altura agradable para realizar el amague, salté con la pelota y con un pequeño toque interior del pie, le di el impulso para que el balón sobrepasara por encima de su cabeza. Cuando la pelota se encontraba por arriba de mi contrincante, aproveché de pasar por el lado, apenas rebotó una vez detrás de Lie, golpeé con mi pie menos hábil de una manera que ni yo creí posible. Este salió con tal potencia, que pasó a centímetros de la cabeza del defensa, la velocidad no cesó hasta que la pelota se encontró con fuerza contra la malla, dejando al portero sin oportunidad de atajarla. Por un breve momento, el colegio cayó en un silencio total y como por arte de magia, todos reaccionaron al mismo tiempo.
—¡¡¡GOL!!!—
El ruido fue tal que debió escucharse en toda la escuela, inclusive los pocos alumnos que no fueron a verlo debieron sentir la extraña sensación que desató mi hazaña. Mi amigo, el defensa y el portero quedaron sorprendidos. No fue hasta que el profesor que hacía de arbitro marcó el 2-2 para que continuáramos, que volvieron en sí.
El partido continuó y la victoria fue evidente por una clara ventaja de goles.
—¿Me viste? —pregunté a Linna
—No, perdón, estaba estudiando para la presentación que tengo ahora. Estoy algo nerviosa.
Su lamento era sincero y ya preparado.
—Igualmente supe que marcaste un gol, todas las niñas que luego llegaron a la terraza hablaban de eso.
Lo que no sabe es que luego de mi gol nos ganaron 2-7. Me da vergüenza, así que será mejor no decírselo.
Me observa con cuidado para ver mi respuesta. Me gusta cuando escucho que la gente habla bien de mí. Mi reacción final fue una gran sonrisa de orgullo.
—Disculpa —habló alguien, cortándonos el paso.
Una chica un poco baja, de pelo negro, se acercó a nosotros. Sus pestañas eran demasiado largas, suponía llevabas unas artificiales o se puso algo para que relucieran. Aunque, no llevaba nada de maquillaje, o si llevaba puesto eran demasiado sutiles como para destacar. Su mirada iba directo a mis ojos, eran delatadores, se notaban apagados.
—Dime —respondió Linna antes de que pueda hacerlo yo.
—Quiero la ayuda de Absalon —dijo sin despegar su mirada de mí.
Es directa. Me gustaría ayudarla, pero no sé si a Linna le moleste.
—¿Está bien si te dejo? —le pregunté casi pidiéndole permiso.
—Sí, de todos modos, iba a repasar una última vez.
La chica sabiendo que eso significaba que la ayudaría, se dio media vuelta y caminó despacio para qué la terminara alcanzando.
—Linna, el fin de semana iré donde mis abuelos, mi hermano llegó así que es inevitable, prometo compensártelo —alcancé a gritar.
—Está bien —su actitud que hasta el momento fue regular, se ablandó y me ofreció una última sonrisa.
Seguí a la chica que pidió mi ayuda. Pensaba en preguntarle el nombre o conversar con ella, pero tenía claro que esa no era lo que buscaba, estaba inmersa en llegar al destino.
Llegamos a un pasillo en donde al final se podía ver una puerta, si era un salón, este estaba algo aislado de los demás. En la puerta decía "sala de electivos" supe de inmediato que se trataba del salón de los de cuarto y quinto año, los últimos de los cinco que existían en la media. Todavía me faltaban dos años para poder entrar a ese salón. ¿Está bien que entre como si nada?
Entramos y a mi sorpresa los asientos estaban todos desocupado. No ha pasado mucho desde el ingreso a clases, pero pensé que el salón iba a estar tomado.
La chica no parece importarle que estuviera vacío, me cuestionaba si podíamos estar en el salón, antes de preguntar ella cerró la puerta de la sala.
—Entonces, ¿en qué te puedo ayudar?
—No es necesario que hables.
—Bueno, pero al menos dime…
—Quédate quieto.
Por alguna razón obedecí de inmediato. Analicé el salón, era grande, este se encontraba en el penúltimo piso. Por las ventanas se podía ver la mayor parte del patio, eran unos ventanales demasiado grandes para un salón común. Un asiento llamó mi atención, en un podio se encontraba un asiento, sin nada alrededor como si fuera una reliquia que todos debían ver. Estaba por de preguntar de que clase era el salón, cuando la chica ocupada en sus pensamientos se me acercó. Se detuvo a centímetros de chocar conmigo, mirándome con impaciencia. La inspeccioné de arriba a abajo. Sin previo aviso, sujeto mi camisa para apegarse, dejando su cara en mi cuello.
—Espera que hac… —no terminé, al observarla abajo se me acercó a los labios. No supe cómo actuar o que decir. Lo único que pasó por mi mente es que si Linna se entera sería el final de nuestra relación. No, yo no quiero eso, de verdad me gusta Linna—. Oye, no puedo hacer esto…
No hubo respuesta, como si mis palabras no hubieran sido recibidas se me abalanzó con ganas, sujetándome con mayor pasión y besándome con mayor profundidad, fue tal el deseo con el que se arrojó, que me empujó a la mesa cercana. En esta caí de espaldas, rompiendo el contacto de nuestros labios, a pesar de esto, nuestros cuerpos seguían en roce. Apacigüe mis ojos, mis sentidos comenzaron a volverse uno y sentía como mis hormonas comenzaban a manipular mi razonamiento. Apunto de ceder, el dolor de mi labio siendo mordido me despertó. Con una cantidad razonable de fuerza la empuje.
—¡No quiero hacer esto!
—Yo sí.
La chica de la cual no sabía ni el nombre, lo dijo con una simpleza que me llegó a irritar. En su expresión podía ver que esto era un tipo de experimento para ella.
—¡Tengo novia! ¿Lo sabes?
—No le veo lo malo.
—¿¡Es enserio!? Tener novia es un compromiso y yo estoy enamorado de Linna. No es lo mío tener otra relación amorosa a la vez y no quiero serle infiel.
—Puedo ser tu amante.
—¡Menos una amante! Mira, en primer lugar, no nos conocemos, al menos yo nunca antes te he visto. Segundo, tener una amante es lo mismo que ser infiel, y yo no quiero engañar a mi novia. Finalmente te voy a dar un consejo, no hagas este tipo de cosas sin antes preguntar, puede que a la otra persona no le guste o le incomode, tal como a mí.
—Me llamo Amandine —me miró la chica sin expresión—. Pero nosotros, también podemos ser novios.
—¿¡Novios!? Yo ya tengo mi amor comprometido.
—Nos besamos.
Siento que me voy a volver loco. Es como estar hablando una niña de cinco años. No, diría que hasta alguien pequeño respondería con mayor coherencia.
—Estás sangrando —mencionó con algo de pena.
¿Qué?
Tiene razón, estoy sangrando del labio, ese era el sabor amargo, no me había dado cuenta por la situación. Maldición. ¿Qué dirán si alguien nos ve así?
—Disculpa, ya que la ayuda que necesitabas era un malentendido, mejor me voy.
—¡Espera!
—¿Qué quieres ahora?
—¿No te gustó?
¿Qué fue esa forma de decirlo? Por eufórico que quería parecer me conmovieron esas palabras. ¿Por su voz? No, creo que fue por como lo expresó.
No tengo tiempo para pensar en eso ahora.
Sin responder a su pregunta salí directo al baño a enjuagarme la sangre. Si bien no era mucha, prefería no manchar mi ropa. En el camino nadie notó demasiado mi presencia, así que creo haber pasado desapercibido.
—Hola mi Friend —habló un chico de tez morena y corte estilo militar que solo difería por un tajo a pedido en una de las entradas.
Lie siempre con una sonrisa orgullosa esperaba el intercambio de palabras amistosas. Como vio que me estaba lavando el labio se acercó para confirmar si lo que estaba votando era sangre.
—¿Qué te sucedió? —preguntó con verdadera preocupación.
Por más amigos que fuéramos no podía decirle la razón.
—Estuve en una pelea, solo contra cinco tipos —lo hice reír. Entendió que no era nada grave.
—Juras que te voy a creer.
—Es de verdad, eran de último año.
—Sabes que no es cierto, demasiado transparente.
—Tienes razón, mejor cambiemos el tema.
—Mm… ¿De qué quieres hablar entonces?
Revisé los alrededores del baño esperando que no hubiera nadie y como si no se tratara de algo que acaba de suceder pregunté:
—¿Conoces a una tal Amandine?
—¡¿Eh?! ¿No me digas que tiene que ver con esto?
—¡No! —me exalté—. No, solo quiero saber quién es por que escuché a un amigo hablando de que era muy… —dejé la última palabra en el aire.
—Amigo, te sugiero que no compartas demasiado con ella, tiene una fama un poco peculiar.
—¿Qué quieres decir?
—Preferiría no hablarlo aquí.
¿Por qué no?, pensé.
Sonó la campana para el inicio de clases. Supe que no podía llegar tarde ya que me tocaba con la profesora Vanessa, una mujer de mal genio y carácter fuerte que no perdona ninguna irresponsabilidad. Tuve que volver corriendo a mi salón
—En el próximo descanso hora nos vemos en la terraza — alcancé a gritar
Mis palabras le llegaron y un pulgar en lo alto me lo confirmó.
Nos sentamos en las mesas de la terraza. Ahí, era algo helado, en contraste con otras partes del colegio. La brisa fresca que existe en la ciudad, nos obligó a ponernos debajo de un toldo cerrado, que tapaba la mayor parte de esta.
—Ahora cuéntame.
—He de mencionar que todavía es rumor en el colegio y solo los de mi generación saben la verdad.
—¿Rumor? La verdad nunca había escuchado sobre ella.
—Sí, ya sabes, todo el mundo está loco por los rumores y… Bueno no importa —se inclinó hacia delante apoyando sus codos y manos sobre la mesa. Tal como si fuera a confesar ser cómplice de un asesinato, miró hacia todos lados antes de seguir—. El tema es que a fines del año pasado ella, del curso 2-C tenía una relación con un chico de mi curso el 2-A. Siempre se les veía caminando de la mano por los pasillos o compartiendo tiempo juntos en las galerías del patio. Cuando uno los observaba se extrañaba por la gran diferencia en sus actitudes, él era demasiado alegre y simpatizaba con muchas personas por su amabilidad, era bien conocido por ser alguien buena persona y estudiante, todos sabían que él no era capaz ni de matar una mosca, su excesiva empatía no se lo permitiría. Incluso los profesores lo reconocían así. La chica en cambio, era frialdad total. En sus gestos nunca se veía una pisca de interés o atracción hacia su novio. Como todos eran conscientes de sus diferencias, el que no hacían buena pareja llegó a ellos. Al chico no le interesaba, se sentía a kilómetros que él sí sentía un gran amor por ella. La chica al principio parecía ser reacia a los comentarios. De un día a otro, la chica se distanció de él. No pasó mucho para que sucediera lo peor. En la salida principal del colegio, un chico con otro uniforme la llamó, y enfrente de la mayor parte de nuestro curso, se abrasaron. Luego de besarse, se fueron de la mano juntos. Mi compañero quien presenció todo no hizo nada al respecto, de hecho, todos quedamos sorprendidos al ver que sin ninguna expresión se fue de la escena en dirección contraria.
—Me sorprende que se haya quedado sin hacer nada —es algo que no me gustaría presenciar jamás. Imaginé el suceso como si me pasara a mí. Pude sentir el dolor por un instante, me dio escalofríos y sentí una presión en el estómago.
—No fue tan simple —continuó Lie dando un suspiro que marco una pausa, tal como si el problema no hubiera terminado ahí—. El día siguiente mi amigo llegó como siempre a nuestra clase, todos hablaban de él y hacían suposiciones de lo que pasó. El cambio en su comportamiento era grande e incluso el profesor le preguntó qué sucedía al ver que su alumno participativo estaba inmerso en su propio mundo. Su expresión fue la misma todo el día, ya en la tarde, cuando tocaron el timbre para irnos al hogar, él se levantó demasiado enérgico y sin responder a nadie salió apresurado. Pensamos que estaba sufriendo, así que muchos lo seguimos para consolarlo. Terminó llegando frente a la clase 2-C. Todos aguardamos en silencio para su movimiento, nadie imaginó que cuando la chica salió de su grupo de amigas llamada por él, le diera una cachetada. Esta sonó por todo el piso, generando que todo el que la escuchó guardara silencio. Con toda la atención de los cursos en ellos, la chica quien sin repuesta de dolor, se le acercó en un intento de abrasarlo. El chico quien creímos que jamás dañaría ni a un insecto, la empujó a la misma distancia que la tenía antes y con la otra mano le dio otra cachetada lo suficientemente fuerte para voltearle la mirada. Algunos chicos se enojaron al presenciar la escena, pero nadie se atrevió a dar un paso para detener lo que estaba pasando. Luego de que le diera la cachetada, le dijo algo al oído y se marchó. La chica siempre inexpresiva, seguía tal, observando el piso con la cabeza agachada.
—No sé qué decir, la verdad me siento mal por ambos.
Era algo ilógico estar de ambos lados, pero el encuentro que tuve con ella me hizo pensar que ella no tenía un razonamiento propio. Era como si actuara según un manual o lo que otras personas decían, era una bala en el aire, sin intenciones, sin motivo, simplemente volando siguiendo la dirección que le enmarcaron en un inicio. Puede que ni yo me entienda, pero sentí compasión, a la vez, entendí la razón de que Lie me recomendó que no me acercara.
—Al principio me enojé mucho con ella, por el hecho de cambiar a nuestro amigo, pero luego de que se extendiera el rumor, las mismas "amigas" —dijo levantando las cejas en un obvio tono sarcástico—. La dejaron de lado y le comenzaron a molestar como si se tratara de alguien que se merecía todo lo malo.
No conocía esta faceta de Lie, el chico que tenía una cara brillante de alegría todo el tiempo, se sentía triste por el caso de Amandine.
—No soy quien, porque ni las conozco, pero lo que le hacían esas chicas, era con maldad. No le desearía a nadie ese tipo de broma, como decían ellas.
—¿Qué tipo de bromas le hacían? —consulté.
—No sé todo, ni que tan cierto sea. Lo que puedo asegurar, era que le robaban sus cosas, le ponían pegamento a la silla para cuando se sentara, le intentaron teñir con químicos corrosivos, por suerte una chica que las vio le dijo a una inspectora y esta las detuvo, al parecer quedó con una pequeña marca en la zona superior de la frente, por eso se dice que usa chasquilla.
Nunca pude comprender ese tipo de actos, se me hierve la sangre al pensar que se lo podrían hacer a mi hermana, inclusive a mí o a mis amigos, no, incluso que se lo hagan a otra persona, ya sea conocida o no, me da una ira y pena, me causa impotencia, de no poder habar estado ahí a apoyar cuando sucedían esas cosas o al menos poder haber evitado.
Bueno, poco caso tiene que lo piense de esa manera, ya que hablamos del pasado. Me gusta ser imaginativo y tener fe en tantas cosas, pero una parte mía que acepta la realidad, odia como esta actúa.
—¿Nadie hizo algo para ayudarla?
—Al principio no, todos decían que se lo merecía. Después de que las bromas fueron demasiado lejos, todos estaban en contra, pero nadie se atrevía a hacer algo, para no involucrarse.
—¿No tenía nadie con quien conversar o pedir auxilio?
No sé cómo uno debería reaccionar o se debe sentir en esa situación. Al menos yo hubiera tratado de pedir a alguien que me ayude, la verdad no estoy muy seguro. Puede que entienda cómo se debe haber sentido, al menos en ese aspecto, yo tampoco hubiera hablado de eso, ni siquiera en mi casa, simplemente mantendría una sonrisa.
—No tenía a nadie para hablar, hasta el día de hoy habla muy poco y conversa únicamente con unas chicas de último año. Lo que me hace añicos la mente es que, a pesar de todo, ella nunca mostró ningún sentimiento por nadie, ni resentimiento, ni odio, al menos nunca demostró señales.
No muestra ningún sentimiento, aun así, hace poco me dijo que le atraía, no sé qué pensar sobre eso, es un rompecabezas. ¿Debió ser por atracción física? No me considero el más guapo, pero tampoco creo estar mal, de hecho, tengo un buen cuerpo y una cara decente.
No debería pensar esto en tal conversación.
—Me gustaría ayudarla.
—Tú siempre igual, demasiado amable para mi gusto.
—Puede que sea mi maldición.
—Aun así, sigo recomendándote no acercarte mucho, ya que aparte de las molestas bromas de las chicas, la tratan de zorra. Como se le ha visto tomada de la mano con varios chicos, tiene una fama un poco desfavorable. Además, tú tienes novia, puede que se generen malentendidos y aparezcan problemas.
—No te preocupes. Con Linna estamos en nuestro mejor momento, no podríamos terminar del día a la mañana por un problema así.
Como si hubiera estado todo calculado sonó el timbre, marcando el inicio de la última clase.
—Por fin terminamos —bostezó mi compañero de clase mientras se estiraba.
Me sentí identificado, fue un largo día, al menos esa fue mi impresión. Fue un día agotador, en especial por la chica inexpresiva. Bueno, es preferible no seguir dando vueltas al asunto.
Al retirarme, la encontré, Amandine aguardaba pensativa frente a mi sala.
Pensando en el diablo.
Su peculiar nombre se quedó impregnado en mi mente.
Hicimos contacto visual, al parecer a ella no le importó, a mí en cambio me perturbó un poco. Tenía una mirada interesante, como si me hubiera estado esperando por un largo tiempo y se hubiera alegrado un poco, puede que el mínimo. Rápidamente me di vuelta, fue por instinto, no quería que nadie me viera con ella. No me sentí mal al pensarlo, podía leer lo que quería como si fuera un libro sin portada, estaba buscándome por su declaración y yo no tengo la intención de lastimarla, de hecho, me gustaría apoyarla, aunque no encuentre la manera.
—Espera —pidió al reconocerme.
—No.
Antes de que pudiera devolverme a la sala, me agarró del polerón, jalándome hacia afuera. Me vi forzado a seguirla.
—Quiero mi respuesta —gruñó con su voz y su porte.
—¿Sobre qué?
Las palabras que exactamente iba a decir se escucharon, pero no salieron por mi boca, no era mi timbre de voz el que resonó.
Era Linna. Tenía una mirada como si de un sheriff se tratara. No pude evitar sonreír al pensarlo. Se veía igual de bien que siempre, quien diría que una chica tan bonita, tan fina y delicada a la vez que perspicaz, podría ser mi novia.
—Sobre un problema que tuvimos en la mañana, cuando me pidió ayuda.
Amandine parecía estar de acuerdo a mi respuesta, pero Linna mostraba graves señales de no estar satisfecha.
—Ya veo.
Linna desvió su vista hacia nuestras manos, en donde Amandine parecía seguir agarrada a mi camisa. Al sentir la presión, retiró su mano como si de algo malo se tratara. Supuse que estaba bien que la retirara. En vez de alejarse hizo un eficaz movimiento y tomando mi brazo lo envolvió detrás de ella llegando a tocar su cintura. No pude evitar sentirme un poco emocionado, pero estaba mal. Traté de sacar mi mano, sin embargo, la fuerza con la que me tenía sujetado no era poca.
—Veo que son cercanos, puedo preguntar ¿de qué se conocen?
La pregunta iba dirigida a mi persona, los celos se podían sentir. No quería que esto se extendiera, así que lo iba a finalizar con las palabras: "Es una chica que está loca, no somos nada, pero ella no lo ve así".
—Somos novios —respondió.
Como si se trata de un cristal, sentí que esas palabras sin sentido golpearon con fuerza, dejando un sector de este dañado.
¿Por qué tuviste que decir eso? Estoy condenado. Solo me queda esperar que mi reto no sea tan agresivo, puede que incluso me llegue una cachetada. Estoy listo para recibirlo, es merecido.
—Ya veo —resolvió Linna sin inquietud.
No conocía lo que sucedió en su mente, pero no era algo bueno que respondiera con tal sequedad.
—Espera, no es así. No somos nada, esta chica está obsesionada y aparecer no sabe entender las situaciones. Amandine, ella es mi novia Linna, puedes comprender lo que eso significa —lo expliqué como si se tratara de una niña pequeña.
—¿Entonces somos amantes?
Me iba a volver loco. Soy muy pacifico, pero por unos instantes tuve la intención de insultarla. Solo pude dar una sonrisa perturbada para evadir mi inquietud.
—No te preocupes Absalon, creo entender. He escuchado rumores sobre ella. No sé qué tan ciertos sean, pero me doy cuenta de que esta chica se mete donde no la llaman —dijo lanzándole una mirada que hasta el chico que iba pasando por detrás notó.
Al parecer Linna entendió que el problema no lo daba yo.
—Gracias... —estaba por favorecerle.
—Me voy entonces —me cortó dándome un beso de despedida—. Nos vemos el próximo lunes. Me dices cuando llegues donde tus abuelos.
Como si de la marca de territorio se tratara, me dejó a mi suerte, sabiendo que el beso en mis labios significaba que era únicamente de ella. Me alegró que entendiera.
Miré a Amandine de vuelta para ver cuál era su situación, nuestras miradas chocaron y dándose media vuelta se dirigió a las escaleras para marcharse. No entendí bien lo que eso significaba, aun así, estaba agradecido de que nada terminara mal.