—¿Qué, esto es algún tipo de palacio, que yo no pertenezco aquí? —replicó Qin Jiang con ironía.
—Jajaja —se rió Liu Zixian con desprecio y dijo—. Eso es realmente gracioso. Esta es mi tienda. Dejo entrar a quien quiero y a los que no me gustan les digo que se larguen. Y tú, ¿puedes permitirte Armani? Solo mira la baratija que llevas puesta, todo junto no llega ni a 300 yuanes, ¿verdad?
—¿Sabes cuánto cuesta la prenda más barata aquí?
—¡Al menos cinco mil!
—Apuesto a que ni siquiera puedes permitirte la ropa interior de aquí. ¿A quién tratas de impresionar? ¡Lárgate de aquí! No damos la bienvenida a basura como tú.
Qin Jiang dijo fríamente:
—Me parece que el Centro Comercial Tianlong no tiene tal regla, ¿verdad? Esta es propiedad de la Familia Liuu, y tú no eres más que un inquilino aprovechando la carcasa. ¿Es acaso tu decisión decirme si debo irme o no? Y yo, soy un invitado distinguido de la Familia Liuu, no tienes derecho a echarme.