Las palabras de Lin Yingying encendieron instantáneamente la ira en los ojos de Ares.
—Mujer tonta, insultar a los espíritus divinos es un pecado imperdonable —gritó y levantó su espada larga, listo para derribar a Lin Yingying.
Cinco personas de Dongying se levantaron del suelo, recuperaron el aliento y comenzaron a cantar hechizos. Con rápidos gestos de manos, liberaron el sello del vacío y gritaron al unísono:
—¡Técnica del Sello de Atadura!
Una luz verde envolvió sus brazos mientras zarcillos, parecidos a enredaderas, volaban hacia Ares y se enroscaban a su alrededor.
Ares parecía curioso sobre el hechizo oriental y permitió que los cinco sellos maldición similares a enredaderas lo ataran.
Aunque eran meros fantasmas, contenían el poder de objetos tangibles, constriñendo fuertemente su cuerpo entero.
—¿Hechizo oriental? —Ares se mofó fríamente y con un pisotón de su pie derecho, un aura salvaje brotó de él, soplando las rocas y el polvo circundantes por los aires.