Lin Yingying contenía la risa a su lado, extendiendo la mano debajo de la mesa para darle disimuladamente un pulgar hacia arriba, con una expresión como si estuviera mirando a un héroe.
Comer una comida se sentía como ingerir veneno.
Long Fei pensó en Wang Xiaoya y reflexionó que de todas las mujeres que conocía, ella hacía la mejor comida.
Lin Shanshan y Bai Jie'er irradiaban orgullo, completamente faltas de autoconciencia.
—¿No van a probar un poco? —bromeó Long Fei.
—No, gracias, estamos a dieta —negaron ambas con la cabeza.
—¡Hermanita, tú también deberías comer un poco! —alentó Lin Shanshan a su hermana.
—Yo también estoy a dieta —sorbiendo su bebida, sacudió repetidamente la cabeza Lin Yingying.
—Entonces, dejémoselo todo al cuñado. De todos modos, él tiene mucho apetito, ¡esto no será un problema para él! —dijo Lin Shanshan.
Long Fei sintió como si estuviera escupiendo sangre, pensando que a las mujeres les resulta fácil inventar excusas.