El hombre amaba reír, jajaja, eternamente alegre.
Encendió un puro, dio una calada y, extendiendo su pulgar, elogió —Quinto Maestro, hay cada vez menos personas tan exigentes como usted en el mundo de los negocios hoy en día. Antes de vender, aún vino en persona para revisar las cosas.
Quinto Maestro sonrió levemente —Solo ganando una tarifa por trabajo duro, eso es todo. ¡Estás pidiendo tanto de una vez que me preocupa que no puedas manejarlo!
El hombre rió a carcajadas —Quinto Maestro, con ese comentario, me estás subestimando. Como acabas de ver, todo el puerto pesquero está bajo mi control de Buda Sonriente. No me atrevo a alardear de otras cosas, pero en cuanto a canales para mover mercancías, tenemos de sobra. Al norte al País del Oso, al este a la Tierra del Sol Naciente, y hasta el País del Palo en medio, todos son clientes de mi Buda Sonriente. Puedo manejar tanto como tengas.