—Hou San se encogió de hombros y dijo: «¿Por qué molestarte con Guo Yi de esta manera? Aunque te curó la pierna, ¿no pensaste en quién te la había lastimado?»
—¿A ti qué te importa? —Wei Dailin lo fulminó con la mirada.
—¡Maldita sea! —Hou San frunció los labios, ya sin ganas de discutir con un bruto como Wei Dailin. En cambio, miró a todos y dijo: «Señores, vamos, no dejen que esto arruine el ambiente. Sigamos bebiendo.»
La multitud inmediatamente levantó sus copas.
Wei Dailin ya no pudo quedarse quieto y se fue temprano.
Observando la figura que se alejaba de Wei Dailin, Hou San escupió y maldijo: «Maldición, cualquiera que no sepa mejor pensaría que este chico es el perro de Guo Yi. Guo Yi no le dio ningún beneficio, ¿entonces por qué lo apoya tanto?»
—Jaja...
Una carcajada de repente estalló en la escena, y todos empezaron a reír.
—Hou San lo superó y dijo: «Vamos, disfrutemos de nuestra comida.»
