—¡Ah! —Otro grito agonizante y desgarrador rasgó el aire.
Jorge sentía como si su cuerpo estuviera siendo brutalmente desgarrado en pedazos, el dolor era indescriptible.
—No, no, por favor, perdóname —suplicó Jorge, el sudor frío resbalando por su cuerpo, su tez pálida como la muerte, todo su cuerpo casi empapado de sudor. Era la experiencia más miserable de su vida; sus huesos estaban rotos y las heridas estaban abiertas a manpulida. El dolor era insoportable, más allá de lo que cualquier persona normal podía soportar.
—¿Perdonarte? —Tang Ru se burló con fuego demoníaco centelleando entre sus cejas. Sonrió con frialdad—. Si dices la verdad, podría considerar perdonarte. Si te niegas a hablar... Te someteré a un castigo diez veces más doloroso que este.
Sss...