Guo Yi barrió con la mirada a todos.
—¡No tienen derecho a llamarme instructor! —dijo Guo Yi con una sonrisa desdeñosa.
Uh...
Hubo un momento de asombro entre la multitud.
En los ojos de todos, primero hubo un destello de desconcierto, seguido de una llamarada de llamas. Era una llama de ira, y más aún, una llama de dignidad pisoteada. Varias personas apretaban los dientes de rabia.
—¿No es así? —Guo Yi miró a algunas personas y luego se rió—. ¿Qué derecho tienen para llamarme instructor? Sin la fuerza para atar a un pollo, ¿creen que solo pueden gritar consignas al enemigo en el campo de batalla? ¿O... solo son buenos para fanfarronear frente a sus enemigos? ¡Hmph!
Este discurso hirió profundamente el orgullo de estas personas.
—¡Guo Yi! —Liu Hu avanzó un paso y dijo—. La dignidad de Colmillo de Lobo no es algo que puedas pisotear.
—Sí, la dignidad de Colmillo de Lobo no es algo que puedas pisotear.
—¿No es sólo un instructor? ¡Qué tiene de especial!
