El brazo del hombre calvo estaba cubierto de hielo, completamente entumecido. Al ver llegar a Xu Zhenlei, dijo emocionado:
—Jefe, finalmente estás aquí. Hoy... ¡nos hemos encontrado con un maestro!
—¿De dónde es este maestro? —Xu Zhenlei caminó hacia adelante.
La multitud se apartó para dar paso.
Mientras todos se hacían a un lado, el pie derecho levantado de Xu Zhenlei de inmediato se mantuvo en el aire, y su expresión se oscureció en el acto. Esa cara hizo que la presión arterial de Xu Zhenlei se disparara.
—¡Guo...
En ese instante, sintió como si hubiera tragado una mosca de cabeza verde, desagradable. El rostro de Xu Zhenlei se tornó morado mientras se apresuraba, inclinando su cuerpo:
—Gran Maestro Guo, usted... ¿Qué lo trae a Ciudad Qingzhou?
—Si no hubiera venido, no habría sabido que sus negocios se habían extendido hasta Qingzhou —dijo Guo Yi con una sonrisa indiferente—, y que estuvieran controlados por tal escoria.
—Yo... —Xu Zhenlei quedó petrificado en el sitio.
