—¿Y quién exactamente merece estar conmigo? ¿Tú? —frunció el ceño con desprecio Dave.
Dave no tenía problemas con la clase trabajadora ni con aquellos empleados como sirvientes; no los juzgaba basándose en sus ocupaciones.
En cambio, valoraba la integridad y el profesionalismo. Aunque podía ser bastante perezoso a veces, se aseguraba de entregar resultados que superaran las expectativas cuando hacía su trabajo.
Sin embargo, si alguien cruzaba la línea, verían un lado diferente de él.
Y en este momento, la criada había hecho justamente eso.
—Al escuchar a Dave burlarse de sus sentimientos por él, el rostro de la criada se descoloró. Sus labios temblaban mientras las lágrimas corrían por sus mejillas.
El mayordomo, igualmente sorprendido, valoraba a la criada por su competencia y la camaradería que compartía con el resto del personal.
Pero nunca imaginó que ella albergara sentimientos tan intensos por su amo.