—Incluso yo no permitiría que mi novia entrara si tuviera un coche como ese —comentó uno de los espectadores.
Mientras tanto, la chica de antes apretó los dientes frustrada, su ira burbujeaba mientras observaba cómo el coche desaparecía de vista, la sonrisa presuntuosa de Hera grabada en su mente como una burla inquebrantable.
Pero esa sonrisa presuntuosa que recordaba era simplemente un producto de su imaginación, una cruel manifestación de su resentimiento hacia Hera.
Detestaba la idea de que Hera le había robado a Dave, y sentía como si Hera se burlara de ella por su fracaso en ganar su afecto.
—No hagas nada de lo que te arrepentirás el resto de tu vida —susurró su hermano en su oído.
—¿De qué me arrepentiría? ¿De no haber sido lo suficientemente descarada para seducirlo primero, para que él no tuviera oportunidad de conocer a esa zorra! —respondió ella, sus palabras cargadas de veneno e indignación.