Zhane tomó un momento para estabilizar su respiración, su pecho subiendo y bajando al unísono con Hera, quien en silencio intentaba calmar sus propios nervios.
Lentamente, extendió la mano, apartando algunos mechones de cabello de su rostro, y depositó un suave beso en su frente, seguido de otro en la esquina de su ojo, tierno y tranquilizador.
—Hera, gracias —susurró Zhane, su voz baja y sensual, entrecortada por respiraciones agitadas que solo profundizaban su atractivo.
Hera permaneció en silencio, insegura de cómo responder, y Zhane no la presionó para que contestara. Se quedaron en esa quietud íntima por un rato, pero eventualmente, Zhane soltó suavemente su mano.
Sabía que si la dejaba sostener su miembro por mucho más tiempo, el deseo de más crecería, y podría llevar a algo más que un simple servicio manual.