Era natural que muchos quisieran un pedazo de esas piedras. Si lograban adquirir piedras que contenían jade de millones de dólares, podrían convertirlas en joyas y venderlas por un beneficio aún mayor.
Creía que su hija aún era demasiado ingenua para comprender completamente las complejidades de la sociedad, así que observó a Hera con escepticismo. Apostar por piedras era una apuesta de alto riesgo, mucho más arriesgada que la mayoría, que dependía de una mezcla de conocimiento, observación aguda y suerte.
Lo más importante, la suerte sola no podía convertir a alguien en millonario de la noche a la mañana simplemente eligiendo piedras al azar, como parecía haber hecho Hera. Dudaba de la veracidad de las afirmaciones de su hija pero eligió no avergonzarla. Con tantas empresas prominentes y rivales alrededor, menospreciar a su hija solo socavaría su propia reputación y haría que otros pensaran que ella era incompetente.