Ella podía sentir el calor subiendo por su espalda, plenamente consciente de las miradas y la desaprobación de quienes la rodeaban como si le lanzaran puñales por hacer llorar a Rafael. Aunque no había hecho nada para lastimarlo intencionalmente, la culpa pesaba mucho sobre ella. El estado vulnerable de Rafael activó los instintos protectores de Hera, y ella le tendió la mano, a pesar de su lucha por cerrar la distancia. Su alta estatura y hombros anchos lo hacían difícil de alcanzar, pero la preocupación por su angustia la impulsó a intentar consolarlo.