Gerald sonrió con suficiencia, malinterpretando el intenso interés de Hera como celos y el deseo de proteger a los hombres que le interesaban. No pudo resistirse a convertirse en una tía cotilla, inclinándose para compartir los detalles jugosos sin ningún suspenso.
—Esa es, en realidad, la crema de la crema, joven señorita —dijo con un brillo en sus ojos.
—Creo que eso es exactamente lo que Alice esperaba —se burló Gerald con una risa.
—¿No sucedió? —preguntó Hera, cuya curiosidad aumentó al inclinarse más hacia Gerald, ansiosa por saber qué había pasado.
—Mis hombres informaron que después de que Rafael ordenó a sus guardias evitar que cualquiera visitara a Minerva y la vigilara constantemente, incluso asignó una guardaespaldas femenina para asegurarse de que Minerva no se escabullera. Después de todo, ella ya había logrado hacerlo antes —explicó Gerald, disfrutando de la anticipación de Hera.