—¡Basta! —La voz del Patriarca Everett resonó por el salón cuando golpeó el suelo con su bastón. Su mirada era severa e indiferente, reflejando la misma expresión que a menudo llevaba Zhane, una clara indicación de dónde la había heredado. Incluso en su avanzada edad, su autoridad y poder eran tan fuertes como cuando estaba en su apogeo.
—No los he convocado aquí para escuchar sus opiniones. Los he llamado para comunicarles mi decisión y advertirles que no se involucren en los asuntos privados de Zhane —Su voz era calmada, pero llevaba un peso innegable que nadie podía pasar por alto. La presión que ejercía hacía que todos se sintieran como lobos sometiéndose a su alfa, sabiendo que cualquier desafío sería recibido con una rápida retribución.
—Este asunto termina aquí. ¡Están todos despedidos! —El Patriarca lanzó una última mirada de advertencia antes de resoplar—. ¡Hmph! —y continuar sorbiendo su té.