Perdida en el calor del momento, los pensamientos de Hera se volvieron confusos, consumidos por el intenso placer que Leo le estaba proporcionando. Mientras su cuerpo temblaba y se convulsionaba, un chorro de fluido escapó de su núcleo, distinto a la orina tanto en olor como en textura. Se roció sobre las manos de Leo, evidencia de su liberación después de que él la llevó al clímax.
Él no se alejó de ello y dejó que Hera se corriera continuamente. —Así es, Hera, correte en mi mano para mí —La voz de Leo, cargada de deseo, llenó los oídos de Hera mientras sus ojos parpadeaban por la intensidad de su clímax. A pesar del placer embriagador, Leo mantuvo su compostura, usando aún solo su mano para llevar a Hera al éxtasis. Sus respiraciones entrecortadas se mezclaban mientras Leo presionaba otro beso apasionado contra sus labios. Sin embargo, a medida que la euforia comenzaba a desvanecerse, Hera sintió que algo no estaba bien dentro de su cuerpo.