La habitualmente silenciosa actitud de Leo se transformó cuando cruzó la mirada con Hera, un ardiente intensidad quemando en sus ojos. Hera, extrayendo la botella de pastillas de su bolso, encontró su mano temblando involuntariamente bajo su penetrante mirada. Se sentía como si estuviera siendo escudriñada por un depredador, listo para saltar y consumirla en cualquier momento.
A pesar de sus nervios, Hera abrió la botella de pastillas. —Hera… —la voz de Leo, impregnada de intimidad, llegó a sus oídos, intensificando su inseguridad. Su penetrante mirada aumentó su desasosiego, causando que su estómago se revolviera sin cesar. Este nivel de nerviosismo era sin precedentes para Hera; incluso cuando se encontró con Leo en circunstancias similares por primera vez, no había reaccionado con tanta fuerza.