El cautivador arte de contar historias de Dave mantuvo a Hera y Leo hechizados, haciendo que perdieran la noción del tiempo. Sin que ellos lo supieran, ya había pasado media hora desde que hicieron sus pedidos, y ahora, su comida había llegado. Los camareros entraban a la habitación uno tras otro, empujando carritos cargados de platos ocultos bajo cúpulas de acero inoxidable, asegurando que el calor de la comida se conservara contra el frío del aire acondicionado.
Los platos fueron colocados metódicamente en la mesa, cada uno manejado con cuidado. La mujer que supervisaba a los camareros estaba cerca, asegurando que todo procediera sin problemas. Cuando el último plato encontró su lugar, los camareros comenzaron a salir uno por uno. Pronto, un distinguido hombre de mediana edad entró, con el cabello impecablemente peinado hacia atrás, llevando un monóculo en su ojo izquierdo mientras empujaba un carrito cargado de botellas de vino tinto.