Leo sonrió con un atisbo de derrota mientras sacaba un pañuelo de seda de su bolsillo, limpiando tiernamente los labios de Hera. Su mirada se suavizó mientras la miraba con cariño. —No eres un cerdo, pero has estado algo delgada últimamente, ¿no? —Leo miró a Xavier, invitándolo en silencio a contribuir a calmar los sentimientos de Hera, pasando entre ellos una comprensión tácita.
Hera miraba alternadamente a Leo y a Xavier, quienes estaban sentados a cada lado de ella. No pudo evitar preguntarse cuándo había florecido su camaradería. ¿Había crecido de su rivalidad? ¿Podría ser que la competencia cultivase conexiones tan profundas como la amistad? Perdida en la contemplación, Hera observó cómo los dos compartían una mirada cómplice, lo que la incitó a profundizar más en la dinámica de su relación. Pero se sentía bien viéndolos así, en lugar de a la gresca el uno con el otro.