Después de una noche de descanso, Hera se encontró de nuevo en su habitual marco de ánimo, lista para enfrentar el día que le esperaba. A pesar de sentirse un poco aturdida y aún medio dormida, se levantó una hora antes de que sonara la alarma. Recogiendo sus artículos de aseo y ropa, salió de su habitación, ansiosa por refrescarse antes de comenzar una rápida carrera matutina.
Mientras tropezaba a través del pasillo familiar hacia el baño, los ojos de Hera se cerraban a medio camino, todavía perdidos en la neblina del sueño. Mientras tanto, Leo, despertado por los débiles sonidos que emanaban de la habitación contigua, apareció justo momentos después de Hera, solo para encontrarla caminando con dificultad y con los ojos apenas abiertos.