—Hera, ¿por qué no vienes a almorzar a mi casa después de esto? —sugirió cariñosamente una mujer mayor que pasaba por ahí.
Hera se rió en respuesta. —Me encantaría, pero mis compañeros de equipo se morirían de hambre si no cocino para ellos —bromeó.
Otra mujer mayor se unió a la conversación. —¿Por qué no los traes también? Tenemos suficiente comida para todos en tu equipo, siempre y cuando estén bien con algo sencillo —agregó, haciendo eco del tono ligero de Hera.
—¿No sería una lástima si nos acabáramos toda su comida? —preguntó Hera juguetonamente, añadiendo un puchero leve para efecto.
—¡Claro que no, querida! Si algo tenemos aquí es un exceso de comida —respondió la mujer mayor orgullosamente.
—¡Exacto! Estamos bien abastecidos de ganado y nuestras propias granjas de vegetales —intervino otra mujer, subrayando su autosuficiencia.