Mientras los dedos de Hera se fatigaban, ella llevó su interpretación a un cierre delicado, con las notas finales quedándose en el aire como un suave susurro. De repente, un fuerte aplauso resonó desde la entrada, sacando a todos de vuelta a la realidad. Los demás sirvientes siguieron el ejemplo, su aplauso llenando la sala con aprecio por el talento hipnotizante de Hera.
—¡Cariño! ¡Tus habilidades son tan impresionantes como siempre! —exclamó Athena, su elogio sincero y generoso.
Hera se giró para enfrentarse a Athena, su expresión acogedora. —¿Te gustaría intentarlo? Este piano es bastante notable... —Su sonrisa era cautivadora, todavía llena de la exaltación de su actuación. Gotas de sudor brillaban en su frente bajo la luz del sol, aumentando su atractivo.