Al llegar a la planta baja, Rafael no pudo evitar notar que la multitud que se congregaba cerca de la entrada de su edificio iba en aumento. La irritación le picaba, sospechando que los paparazzi estaban acechando una vez más. Dirigió rápidamente a su equipo de seguridad para despejar a los individuos no relacionados de la entrada del recinto.
Rafael y Hera permanecieron inmóviles mientras el equipo de seguridad dispersaba a la multitud que se congregaba cerca de la entrada. Pronto se hizo evidente que la gente estaba tomando fotos del elegante coche de Hera aparcado cerca. La noticia se había extendido como la pólvora después de que se compartiera en el chat grupal de la empresa, atrayendo a entusiastas de los coches ansiosos por echar un vistazo de primera mano.