—No, no sé... Después de todo, soy nueva —dijo Hera burlonamente, su voz rezumando sarcasmo mientras volvía su atención al guion.
La habitación cayó en un silencio tenso, el peso de la situación asentándose, pero nadie salió en su defensa.
—¡Ja! ¡Lo sabía! ¿Crees que sobrevivirás en esta industria con esa actitud? —bufó una de ellas, su voz llena de veneno.
—Bueno, tú has logrado quedarte, así que no creo que me sea imposible —replicó Hera, su tono divertido, como si estuviera lidiando con nada más que un grupo de payasos. Hoy estaba de buen humor y no le importaba ponerlos en su sitio.
Con su respuesta, Hera insinuaba claramente lo tontas que eran las mujeres que tenía enfrente.
Si ellas habían logrado sobrevivir tanto tiempo con su actitud, seguramente ella, que simplemente se ocupaba de sus propios asuntos e intentaba hacer un mejor trabajo, podría hacer lo mismo.