Hera experimentó un momento de claridad mientras reflexionaba sobre los eventos recientes. Se dio cuenta de que todos los personajes principales y secundarios estaban atados a destinos predeterminados dentro de la trama, incapaces de liberarse de sus restricciones narrativas. Sin embargo, aquellos que no se mencionaban en la novela poseían la libertad de moldear sus destinos como quisieran, justo como Athena podía dar forma a su propia vida. A pesar de su renuencia a aceptarlo, Hera entendió que estaba inevitablemente arrastrada a las luchas de la historia, obligada a interpretar su papel.
Sin embargo, también llegó a una realización: no estaba necesariamente atada a su propio destino; podría potencialmente tomar el de alguien más y hacerlo suyo.