—Esa posición debía ser mía —masculló Alice para sus adentros, su corazón hirviendo de celos y envidia.
Observó cómo los seis hombres influyentes y poderosos se apresuraban a rodear a Hera, cada uno compitiendo por su atención como si ella fuera una flor rara, su admiración como abejas atraídas por la miel.
Alice apretó los dientes, el peso de la frustración se hundió profundamente en su pecho.
Todos sus esfuerzos, ganarse la confianza de Minerva, dedicarse a su carrera para poder estar orgullosamente al lado de Rafael y Xavier, parecían desmoronarse ante sus ojos.
—¿Y qué obtenía a cambio? ¡Su vida, su futuro, estaba siendo robado por una zorra! —pensó Alice amargamente—. ¡Debería haberme enfocado primero en fortalecer mi conexión con Rafael y Xavier! ¡De esa manera, nadie podría haberse acercado lo suficiente para robármelos!
Todo su cuerpo temblaba de rabia mientras observaba la escena desplegarse ante ella. No podía aceptarlo. Se negaba a aceptarlo.