—R-Rafael, ¿he hecho algo mal? ¿Alguien dijo algo acerca de mí a ti? —sollozaba Alice, su voz temblorosa con fingida inocencia.
Ella echó un vistazo sutil a Hera, como si insinuara que había sido Hera quien había estado sembrando la discordia a sus espaldas, sugiriendo que lo que se dijo sobre ella podría no ser cierto.
Desafortunadamente para Alice, Hera no la había mencionado para nada delante de ellos, así que su intento de echarle la culpa a Hera solo sirvió para enfurecer a Rafael y a los demás.
Ellos no se dejaban engañar tan fácilmente por las sutiles insinuaciones de Alice. Todos ellos eran empresarios y políticos experimentados, acostumbrados a lidiar con figuras astutas en sus campos —viejos zorros que eran tan engañosos como minas terrestres.
Con el tiempo, habían desarrollado un ojo agudo para leer las expresiones sutiles y las señales subyacentes.