Mientras sus mentes se agitaban con posibilidades, una cosa destacaba claramente: la alegría de Hera al expresar abiertamente su deseo de mimarlos.
La visión de Hera frente a ellos, lanzando dinero casualmente para comprar lo que desearan, tratándolos como realeza, era una perspectiva tentadora.
Tal vez ser mimados por ella no sería tan malo después de todo.
Leo, plenamente consciente de la inmensa riqueza de Hera, reconocía la seriedad detrás de sus palabras.
Una risa escapó de él mientras alcanzaba su cabeza, presionando suavemente su rostro contra su pecho firme.
Su risa resonaba desde su garganta hasta su pecho, creando un sonido que era tanto magnético como melodioso.
Hera no pudo evitar morderse el labio, tratando de suprimir la avalancha de pensamientos lascivos que cruzaban por su mente en ese momento.
