A su izquierda había un pequeño bar de bebidas.
Xavier tomó una botella de zumo de frutas del mini-refrigerador, la abrió y se la entregó a Hera.
Ella sonrió agradecida.
—Gracias —dijo.
Antes de que pudiera alcanzarla, sin embargo, Leo ya había extendido la mano, facilitándole la toma de la botella sin tener que inclinarse hacia adelante.
Xavier simplemente levantó una ceja pero no dijo nada.
Todos comenzaron a conversar casualmente sobre la carrera que se avecinaba, ninguno de ellos mostraba señales de preocupación o nerviosismo.
La seguridad de Hera sobre tener un coche listo los dejaba tranquilos; sabían que ella no era de hacer promesas vacías ni de alardear.
Si decía que tenía un coche, confiaban en que así era.
En lugar de preocuparse, se encontraron esperando con ansias qué tipo de coche revelaría.
—¿Estás nerviosa? —preguntó Leo suavemente, masajeando la mano de Hera en un intento de calmarla.
Pero Hera no se sentía nerviosa—se sentía irritada.
