—¡Hermana, mira el barco! Es increíble, ¡como algo en lo que viajarían un príncipe y una princesa! —exclamó Bry, corriendo con entusiasmo desde el lado donde estaba amarrado el barco—. Sus ojos brillaban con asombro infantil.
Su padre le seguía de cerca, vigilándole para asegurarse de que no se topara accidentalmente con algo o causara daños. A pesar de las recientes ganancias de su colaboración con el Hipódromo Avery, sabía que incluso con millones en mano, no podía permitirse cubrir el coste de cualquier posible daño a la lujosa decoración.
Él sentía que solo una pieza del extravagante decorado podría dejarlo sin un centavo y endeudado de por vida. No pudo evitar tragar nerviosamente mientras observaba a su curioso hijo, quien parecía completamente despreocupado, explorando la sala con entusiasmo inocente.