—Yo-Yo... —balbuceó Hera, luchando por encontrar las palabras adecuadas, pero la mirada intensa de Gael la hizo sentir expuesta, como si la hubieran sorprendido con las manos en la masa. El peso de sus ojos sobre ella era demasiado, y en un momento de vulnerabilidad, rápidamente cerró la boca y se mordió el labio, incapaz de manejar la vergüenza.
Se había dejado llevar tanto por su diversión que no se había dado cuenta de que estaba dejando hablar sin control. Normalmente, Hera no era tan descuidada, pero ver el amor genuino y desinteresado de Gael por su madre—tan puro que ni siquiera consideraba la ganancia material—la había hecho bajar la guardia. Fue en ese momento de vulnerabilidad que dejó escapar el desliz.