—Entiendo que pueda ser difícil creerlo, pero son bienvenidos a solicitar la grabación al Director. Confío en que esto servirá como evidencia suficiente para corroborar mis afirmaciones —explicó Hera, su comportamiento sereno sin inmutarse mientras su mirada permanecía aguda.
Sin embargo, a Minerva le resultaba difícil aceptar una explicación tan sencilla. Para ella, parecía implausible que todas las circunstancias afortunadas ocurrieran a un solo individuo entre diez participantes. «Después de todo, si solo dos fueron considerados afortunados, ¿qué hacía eso con el resto? ¿Meros compinches de mala suerte?»
—¿No es eso ya hacer trampa? —argumentó Minerva, su voz teñida de indignación—. ¿Por qué recurrir a un sistema de intercambio cuando todos los demás están trabajando duro para completar tareas por sus objetos? Es inherentemente injusto. —Sus palabras resonaron con las participantes femeninas, quienes asintieron en acuerdo, prestando su apoyo a la postura de Minerva.