La Anciana Zhen ya sabía todo por parte de Zhen Yiping. Sus viejos ojos ya estaban rojos. —Hanyu, Qianqian, venid rápido.
Shen Hanyu sostuvo la mano de Sang Qianqian y caminó hacia la anciana.
Ella atrajo a los dos para que se sentaran. Sostenía a Shen Hanyu con fuerza con una mano y a Sang Qianqian con la otra. —¿Cuándo planeáis iros?
—Mañana por la mañana —susurró Shen Hanyu.
—El asunto de tu padre, por favor, investigadlo con más cuidado. Creo que es un hombre bendecido, así que podría no ser imposible que vuelva sano y salvo.
La anciana estaba desconsolada. Dijo tristemente, —Después de que volváis a Ciudad Ming, recordad venir a la capital a menudo.
Shen Hanyu y Sang Qianqian estuvieron de acuerdo.
La Anciana Zhen pidió a Zhen Zhu que se sentara a su lado. Miró la herida en su frente y dijo amablemente, —¿Te has asustado en estos últimos días?
Zhen Zhu negó con la cabeza suavemente. —Al principio estaba un poco asustada, pero luego ya no.
