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Los ojos de Yin Shuhui se abrieron de par en par. —¿No fuiste al País A para encontrar al señor Shen solo para reconciliarte con él? ¿Por qué no dijiste algo tan importante?
Sang Qianqian pensó en el rostro gélido de Shen Hanyu aquel día y en sus palabras que le atravesaron el corazón.
—Sang Qianqian, en el pasado, te toleré, te mimé y te amé porque eras mi esposa. Pero ahora, ¿quién crees que eres?
—No tuve tiempo de decirlo —Sang Qianqian sonrió con amargura—. Aunque hubiera tenido tiempo, hubiera sido innecesario.
Si Shen Hanyu solo la aceptara por el niño, entonces mejor que no se reconciliasen.
Además, Guo Muyang volvió a ver a Yin Shuhui el invierno pasado.
Shen Hanyu ya debía haber oído hablar del niño por él. A pesar de eso, Shen Hanyu seguía en silencio, sin noticias.
Pensándolo bien, o no creía que el niño fuera suyo, o realmente no quería tener nada más que ver con ella y su hijo.
—¿Tal vez Guo Muyang se olvidó de mencionarlo?