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Shen Hanyu se acercó y tomó la mano de la anciana, consolándola en silencio.
Los ojos de la Anciana Zhen estaban rojos. —Entonces, ¿es por eso que insistes tanto en no hacerte cargo del negocio de la familia Zhen?
—No quiero decepcionar a la Abuela —dijo suavemente Shen Hanyu.
Porque incluso si se hiciera cargo, estaba destinado a que no podría hacerlo por mucho tiempo.
—Pero estoy más que decepcionada.
La Anciana Zhen miró a Shen Hanyu con lágrimas en los ojos. —Pensé que Dios te devolvió a la familia Zhen porque me compadecía por añorar a mi hija durante tantos años y porque la familia Zhen no tenía sucesor. Quién hubiera pensado que incluso tenerte a mi lado era una esperanza extravagante...
—Todavía tengo mucho tiempo para pasar contigo.
La voz de Shen Hanyu era tranquila, como si hablara de la vida de otra persona. —Abuela, no estés triste.
¿Cómo no iba a estar triste la Anciana Zhen?
Nadie sabía cuán feliz estaba de reencontrarse con Shen Hanyu.