A él se le pasó por alto que al mirar a Jing Chen así, el corazón de Su Wan se volvía frío y su tono aún más gélido. —La confianza que llega tarde es más barata que la hierba. Ya no la necesito. Señor Jing, prepare los papeles del divorcio. Los firmaré después de que me den de alta.
Estas palabras dejaron atónito a Jing Chen.
Estaba extremadamente descontento, lo que le hizo incapaz de mantener la expresión en su rostro por un momento. Apoyó los pies en la pared y ejerció un poco de fuerza. Se inclinó hacia adelante y se acercó repentinamente a Su Wan.
Se agachó y la miró fríamente, su mirada un poco más alta que la de Su Wan. —Su Wan, no importa cuál sea la verdad, aún no se sabe. No has limpiado tu nombre. Ya es la mayor misericordia de la policía el no arrestarte.
Su Wan no tenía miedo en absoluto. Al contrario, levantó la vista y resopló. —Porque la policía no es tonta. Saben que se necesitan pruebas, no son tan tontos como tú.
