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Jing Chen colocó la bolsa en la mesa del comedor y miró a Su Wan, quien permanecía parada en el suelo, aturdida. Le hizo una señal con la mano. —Huele tan bien. ¿Acaso no puede despertar a la pequeña glotona que llevas dentro?
Su Wan seguía atónita en el mismo sitio. Su expresión se veía tonta, y era desconocido en qué estaba pensando.
Sus palabras no la alarmaron.
Jing Chen arregló los trozos de pulmón picante, cangrejos picantes, verduras y aperitivos. Luego abrió el suave porridge y la fragancia se esparció.
Al instante llenó el apartamento.
Había beneficios de tener una casa pequeña. Por ejemplo, en este momento, Jing Chen se sentía muy cálido, esto se sentía como un hogar. Unos pocos platos sencillos podían llenar el aire con el olor de la comida.
Entrecerró sus ojos y miró a Su Wan. Se acercó y le dio un golpecito en la cabeza, sus ojos llenos de sonrisas. —¿En qué estás pensando? ¿Por qué estás tan distraída?