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—Feng Qing no desvió su atención debido a la melodía del cítara del hombre. En cambio, danzó aún más elegante y encantadoramente al son de la cítara. Se paró en medio del salón lleno de residuos de vidrio, junto a la lámpara de cristal rota que había sido arrojada al suelo. Danzaba de arriba abajo. El vestido vino tinto bajo la luz exudaba un encanto que hacía latir el corazón. El sexy vestido de encaje revoloteaba con el viento en su suave y justa pantorrilla.
En los ojos de todos, Feng Qing no era humana en este momento. En cambio, se había transformado en un hermoso elfo con alas transparentes, un pez dorado que seguía meciendo su cuerpo y quería volar hacia el cielo, una rosa roja que se abría con la música.