Xie Jiuhan no habló. Sacó un puñal de su cintura. El cuchillo destelló repetidamente, y la gasa en la palma de Feng Qing se cayó. Mirando la gasa que estaba pegada con sangre, la garganta del hombre no pudo evitar moverse.
Desde que era joven, cada vez que veía sangre, sus emociones se agitaban. Era como si alguien hubiera encendido un fuego en su corazón. A veces, sospechaba que una persona salvaje vivía en su cuerpo. Además, esta situación empeoraba con la edad. Solo cuando conoció a Feng Qing su condición mejoró mucho.
Xie Jiuhan frunció el ceño al ver la sangre fluyendo de la palma de Feng Qing. No sabía por qué, pero la sensación de inquietud había vuelto, y era muy fuerte. Sentía su mente entrar en trance, como si en cualquier momento fuera a perder el control como antes.