Xie Jiuhan preguntó mientras besaba:
—¿Quién llamó?
La pequeña boca de Feng Qing se liberó forcejeando, y ella jadeó:
—Long Yuning, me invitó a la presentación del Teatro Hong Meng. Acepté.
El hombre frunció el ceño:
—¡Contacta menos con ella en el futuro!
Feng Qing extendió sus manos y abrió las palmas:
—Pequeño Jiu Jiu, mira. La herida ya está costrada. Ahora puedo tocar el violín.
La expresión de Xie Jiuhan era sombría al mirar las costras en su palma:
—Si empleas demasiada fuerza, la herida se abrirá.
—No te preocupes, tendré cuidado —prometió Feng Qing.
Xie Jiuhan levantó a Feng Qing y la colocó firmemente en la cama. Feng Qing era pequeña y linda, suave y fragante como una gata en celo.
Feng Qing miró al hombre y preguntó:
—Pequeño Jiu Jiu, ¿vendrás a ver mi actuación mañana?
Xie Jiuhan dudó. Su Yu acababa de entregarle el itinerario para los próximos días. Si recordaba bien, aparte de comer y beber, su agenda estaba completa.