El cuerpo de Xie Jiuhan temblaba incontrolablemente. A diferencia de antes, siempre que pudiera sentir la sangre tibia cubriéndolo, gradualmente se calmaba. Sin embargo, no importaba cuánta sangre tiñera su cuerpo hoy, era inútil.
Feng Qing besó los labios del hombre de nuevo, su lengua fragante abriendo paso entre los dientes del hombre y permitiendo que su aliento cálido entrara en su boca. Era suave y fragante, y su expresión se congeló antes de derretirse al instante.
El hombre abrazó a Feng Qing fuertemente y la besó tan cálidamente como pudo, como si quisiera fundirla en su cuerpo. Feng Qing podía sentir claramente que el hombre ya no temblaba y que su temperatura corporal estaba aumentando gradualmente.
Fue solo cuando el pecho del hombre estuvo caliente que los dos se separaron gradualmente. Xie Jiuhan miró a Feng Qing y se lamió los labios. Lo único en el mundo que podía calmar su recaída era el beso de esta mujer frente a él.