—¿Gu Qingye? ¿Por qué? Creo que es una buena persona —Feng Qing estaba confundida.
Al oír esto, la expresión de Xie Jiuhan se oscureció. El peso sobre Feng Qing aumentó ligeramente. En ese instante, Feng Qing sintió como si una montaña la presionase, sin poder esquivarla. Solo pudo sollozar suavemente.
—Recuerda, aparte de mí, nunca dejes que te oiga elogiar a otro hombre —ordenó Xie Jiuhan.
Ya de por sí no le gustaba Gu Qingye, ¿cómo podría soportar que Feng Qing elogiara a Gu Qingye delante de él? Lo más importante es que siempre se había enojado porque Gu Qingye pudiera contratar al Sanador, pero él no.
—Jiu Jiu, Xie Qi acaba de decirme que fuiste a la familia Gu hoy para que el Sanador curara mis ojos, pero parece que el Sanador te ha rechazado.
—Lo que quiero decir es que, dado que no está dispuesto, olvidemos este asunto. Con tener tus ojos, es suficiente —dijo Feng Qing, deslizando sus dedos suavemente por el cuerpo de Xie Jiuhan.