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El Duque Raymond levantó las cejas. No estaba enojado por la grosería del hombre, sino porque la voz le era familiar. Era ronca, baja y tenía una calidad magnética. Estaba seguro de que la había escuchado en algún lugar antes.
Feng Qing no habló y solo asintió con la cabeza. Se recostó en los brazos de Xie Jiuhan y salieron caminando. Los dos estaban íntimos como una pareja enamorada.
—¡Qingqing, nos vemos en el País F! —La risa del Duque Raymond sonó detrás de ellos.
Feng Qing giró subconscientemente para mirar a Raymond, pero el hombre forzó su cabeza de vuelta con su gran mano de manera dominante, sin dejarla mirar.
Los enemigos a menudo se cruzan en el camino. Justo cuando salieron del lugar, se toparon con la familia Feng. Feng Yuanzhou y Fu Anlan examinaron curiosamente a Xie Jiuhan, como si estuvieran visitando algún extraño animal salvaje.
—¿Qingqing, es él tu esposo? —preguntó Fu Anlan, no pudiendo evitar la curiosidad.